Perico Sanbeat, Javier Colina y Albert Saz, en Cafe Central (Madrid), domingo 24 agosto 2008
A veces las cosas llegan cuando uno no las espera, e incluso ese refrán de "no hay mal que por bien no venga" tiene su razón de ser. El caso es que ayer viajábamos hacia Santander, para una semana de vacaciones en estas tierra cántabras, y cuando llevábamos poco mas de una hora de trayecto, una rueda de nuestro coche estalló. Tras el susto, y dando gracias porque pude controlar el coche, y salirme al arcén, tuvimos que poner la rueda de repuesto, y comenzar a buscar un taller donde pudiesen arreglarnos la rueda. El caso es que, por circunstancias que no voy a relatar, porque serían muy tristes y aburridas (pero en las que las leyes de Murphy tuvieron mucho que ver, y nuestra poca precaución respecto al vehículo, también) tuvimos que cambiar 2 ruedas, mas la de repuesto, que también estaba machacada. Conclusión: en lugar de llegar a Santander ayer domingo, tuvimos que hacer noche en Madrid, para no pasar parte de la noche viajando, que no apetece.
Y claro, en Madrid, y en Agosto, que da gusto salir a dar una vueltecita porque hasta se puede aparcar...mi mujer y yo acabamos en el Café Central. Solo pudimos ver el segundo pase (y no completo), pero mereció la pena: en el saxo estaba Perico Sanbeat, en el piano Albert Sanz (a este no lo conocía) en el contrabajo Javier Colina.
Precioso concierto (al menos la parte que escuché), donde tocaron un par de stardards (uno era de Billy Strayhorn, pero yo no lo conocía), y para terminar, un tema de Sambeat, llamado Bogaloo (o algo así).
Nunca había tenido la ocasión de escuchar en directo a Perico, y me encantó su sonido. Los solos de contrabajo de Colina fueron excelentes, y la labor del pianista, aunque mucho menos brillante que la de sus dos compañeros, muy estimable también.
De forma que...lo que comenzó siendo un día de "mala suerte" (aunque librarse de tener un accidente automovilistico por un reventón de un neumático, habría que pensar que es buena suerte), terminó de forma excelente, con un paseo por la noche madrileña, unas cervecitas en una de las cervecerías de la animadisima plaza de Santa Ana, y un poquito de jazz del bueno en el Café Central.
Ah, y he llegado hoy a Santander sano y salvo, que no es poco.
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