viernes, 30 de agosto de 2013

Cositas buenas: Jorge Pardo, Francis Pose y Roper (D3) en la Guajira

D3 (Jorge Pardo, Francis Pose y Jose Vazquez "Roper"), La Guajira (Almería), 29 de agosto 2013

La vida es un ratico, como decía el colombiano Juanes. Más bien yo diría que la vida se compone de muchos de esos “buenos raticos” o, como diría el maestro Paco de Lucia, de “cositas buenas”. Esos pequeños momentos que nos hacen pensar que merece la pena estar en este mundo, y olvidar un poco lo que cada Telediario nos muestra, y siempre de forma mas escalofriante que el día anterior.
Y anoche tuve uno de esos “raticos buenos”. Últimamente reconozco que tanto como músico como de oyente, La Guajira, esa asociación mágica que surgió en Almería hace poco más de un año, está encabezando mi ranking de buenos momentos, compitiendo seriamente con Clasijazz – otro de esos templos del disfrute, sin lugar a dudas, de Almería.
Ya empecé el verano estupendamente tocando allí con la banda de Antonio Gómez, y nada menos que con Joan Masana y Lito Vergara en la sección rítmica, y después he asistido a un par de conciertos fantásticos en esa mágica terraza frente al Alcazaba: Hispanistán, de unos granainos que mezclan el jazz con los ritmos bálticos como solo 4 magníficos músico podrían hacer, y Diego Cruz, Paco Rivas y Jose Guereñu “Gere”, de los que podría estar hablando hasta pasado mañana, y me quedaría corto.
Pero cuando ya pensaba que el verano musical “daba de mano”, anoche se alinearon algunos planetas y despedimos agosto a lo grande: El maestro Jorge Pardo, con su formación ya veterana “D3” recalaban por La Guajira y, está claro, no podía perdérmelo.
Todos los que conocemos a Jorge sabemos que es alguien que disfruta de la vida con la música, o de la música con la vida. En definitiva, para él posiblemente no haya mucha diferencia entre vivir o tocar música. Y eso se nota. Alguien que se mueve por todo el mundo con soltura, que lo mismo toca con Paco de Lucia que con Chick Corea, que hace escasamente un mes presentaba su proyecto “Huellas XL” en el escenario de lujo de la plaza de la Trinidad del Festival de Jazz de Donosti, en fin, alguien con un bagaje en lo musical sencillamente impresionante, pero que disfruta igual de esos grandes escenarios como de los más modestos – no por ello menos importantes – y le pone la misma simpatía y las mismas ganas siempre. Lo he visto ya tocar muchas veces, y en algunas con el privilegio de acompañarlo con mis torpes acordes, y jamás le he visto una mala cara, siempre con optimismo y ganas de tocar, de charlar, en definitiva…de disfrutar. No hace mucho me decía un contrabajista que toca habitualmente con él: “Tocar con Jorge es, sencillamente, un regalo”. 
Pues ese Jorge, como era de esperar, es el que disfrutamos anoche. Y para colmo, magníficamente acompañado. En la batería, Jose Vazquez “Roper”, un veterano de la vieja guardia, de esos que recuerdo tocando en el “Georgia Jazz Club” cuando uno se iniciaba en esto del jazz. Anoche, desde que empuñó sus baquetas, no cesó de dar lecciones de batería. Y en el contrabajo un inmenso Francis Posé. Con el permiso de maestro Pardo, para mi gusto ayer fue la noche de Francis. Estuvo ahí arriba todo el tiempo, con un pulso impecable, con unos solos intensísimos, flamencos, acertados, con mucha pasión, y con mucha afinación. Hasta en labores percusivas, golpeando su contrabajo, y haciéndole la sana competencia a Roper, y logrando momentos brillantísimos ambos.
Jorge intercaló, como es habitual, su flauta travesera con los saxos tenor y alto, si no me equivoco (que yo de saxos…lo justito), y estuvo más flamenco que jazzístico, supongo que porque en el entorno es lo que “le pedía el cuerpo”.

En definitiva, tres monstruos cada uno en su instrumento, que durante una hora y media larga – que a mí me pareció media hora corta – nos deleitaron con toneladas de arte en estado puro.
Incluso hubo tiempo y lugar para algún invitado – muchos músicos por allí, como era de esperar – sorprendiéndome sobremanera un guitarrista mexicano llamado Camilo – que me perdone, pero no recuerdo el apellido, o Jorge no lo dijo – que realmente no sé donde aprendió a tocar la guitarra flamenca de esa forma. Está claro que el arte no tiene fronteras. También Antonio Ximenez, trompetista, me dejó gratamente sorprendido. Ya tuve ocasión de verlo hace unas semanas en el concierto de Diego Cruz, pero anoche estuvo aún más inspirado, si cabe. Afincado ahora por Almería, me comentó que está con ganas de tocar, y de hecho el próximo viernes ya se estrena con una formación allí mismo, en La Guajira (espero no perdermelos). Y, estando Jorge Pardo de por medio, hay que echarle valor para empuñar una flauta y mas la del propio maestro, y Pedro Caro lo tuvo, completando este trío de invitados, y ofreciendo la parte más flamenca del concierto entre los tres, apoyados por la sección rítmica de lujo “Posé-Roper”.
Y para completar la noche, también la compañía fue excelente, compartiendo mesa con mi amiga Patty Dorrego, su amiga Carmen y Julio, un cántabro afincado en Almería y seguidor de Jorge desde hace mas de 30 años, cuando lo vio por primera vez en su Santander natal. Con ellos compartí música, mesa, cervecitas – sin alcohol, en mi caso – y agradable charla post-concierto. Muchas caras conocidas por allí, como el percusionista Juanjo Simon, el siempre joven y optimista Pepe Ibarra, o mi gran amigo Chipo Martínez, con quien siempre es un lujo y un placer “echar un rato” de buena conversación. El colmo de La Guajira es que, en ocasiones, hasta las cervezas te las pone un músico fantástico llamado Bori Albero, aunque lógicamente yo prefiero verlo en el escenario.
Lástima que mi mujer, Carmen, que se encuentra de viaje, se lo perdió. Suele compartir siempre conmigo siempre estos inolvidables ratos musicales, y me da mucha rabia cuando se pierde uno de los realmente especiales.

Ya pasaba el reloj de las una de la madrugada cuando bajaba las escaleras que conectan la terraza de la “Guajira” con su planta baja, y eché un último vistazo a ese entorno, y no pude dejar de pensar que estaba ya deseando volver y seguir completando esa colección personal de “buenos ratos”, esos que de verdad merecen la pena. Ya os contaré el siguiente.

lunes, 20 de mayo de 2013

Aprender de los que saben: Master-class y concierto de Kim Plainfield Quartet

Master Class y concierto de Kim Plainfield Quartet, Estudio Villalobos y Sala On-Off (Almería), 19 de mayo de 2013


Kim Plainfield preparando la bateria para la
Master-class
Ayer fue un día especial, intenso y muy satisfactorio para mí como músico. Uno de esas jornadas que se quedan totalmente grabadas en la memoria, y de las que te impulsan a continuar estudiando y disfrutando con esa pasión que me tocó en suerte: la música.

Ya el pasado año estuvo por nuestras tierras el gran batería americano Kim Plainfield, y aunque mi buen amigo Antonio Gómez me había cantado sus excelencias – y con razón – no pude estar, aunque no me quejo porque el motivo no fue otro que el hecho de estar yo presentando mi proyecto “La taberna del piano” en el Teatro Candilejas, de Albacete. Pero, por referencias posteriores de amigos que si asistieron, tanto a su master-class como al concierto, supe que me había perdido algo interesante.

Asi que cuando hace unas semanas, nuevamente Antonio Gómez me dijo que el Sr. Plainfield nos visitaba de nuevo, me prometí a mi mismo que, salvo causas de fuerza mayor, en esta ocasión tenía que asistir “si o si”.
El gran maestro Bill O´Connell, sacando partido de
mi piano.

¿Qué como ha recalado por estas tierras este fantástico batería?. Pues resulta que nuestro internacional Antonio Gómez – como nadie es profeta en su tierra, quizás muchos no sepáis que este guitarrista almeriense ha pisado ya escenarios de muchos lugares del mundo, donde es a veces más apreciado que aquí – en su periplo neoyorkino hace un par de años, recaló por la “The Collective School of Music” de Nueva York, escuela donde imparte clases Kim, y donde de hecho estuvo becado Antonio durante un semestre, gracias a la apuesta personal de este magnífico batería, que vio en nuestro Antonio todo el potencial que lleva encima.

De ahí surge una amistad personal-musical, que ha dado sus frutos en estas colaboraciones, que son todo un lujo para los almerienses. Porque Kim es un reputado batería de sesión en su país, ya además muy apreciado como docente. Ha tocado con los más grandes del panorama jazzístico internacional y ha grabado con gente como Didier Lookwood, Tania Maria o John Patittucci, entre otros muchos. Todo un profesional del jazz, que no deja indiferente por su técnica y su energía tocando la batería.

Pues bien, en colaboración con el estudio de grabación almeriense Villalobos, este ya es el segundo año en el que se organiza una master-class con este genio de las baquetas.

Para completar la faena, resulta que en esta ocasión, se traia consigo a otro grandísimo músico, el pianista Bill O´Connell, especialista en latin-jazz – aunque toca de todo – y que ha tocado con gente como Chet Baker o el mismísimo Sonny Rollins. Para hacerse una idea, un uno de sus últimos discos, “Triple Play Plus Three”, colaboran músicos como Paquito D´Rivera, Dave Samuels o Dave Valentin. Otra gran fuente de sabiduría jazzística, como después he podido comprobar, y desde primera fila.

El bajista que venía con ellos, Luca Alemmano, italiano de nacimiento, era mas desconocido para mí, pero es normal…porque solo tiene 24 años, aunque ya tiene técnica y calidad para codearse con los grandes, como nos demostró mas tarde.

Qué decir de D. Antonio Gómez, con quien tengo el privilegio de tocar en ocasiones, pero cuyo nivel está claramente más cerca de estos grandes músicos, aunque él, humildemente, no quiera reconocerlo. A nuestro guitarrista, que hace unos tres o cuatro años ganó el premio “Yamaha Guitar Hero”, a nivel nacional, compitiendo con otros grandes virtuosos de la guitarra eléctrica de nuestro país, se le ve como pez en el agua con estos grandes maestros.

Diego de Haro, departiendo con Kim durante un descanso.
A la derecha, Yanu, tecnico del estudio Villalobos,
que disfrutó como el que mas durante la master
 Cuando me llamaron del estudio Villalobos para preguntarme si podía ceder mi piano para el concierto de esta banda, aunque no suele gustarme prestar mi instrumento – por razones obvias que todos los músicos comprenden – hice una excepción, ya que pensaba asistir al evento, y siempre es un placer que un maestro de las teclas saque de mi piano esas combinaciones de sonidos y notas que a mí se me resisten, por mucho que lo intente.

De forma que el plan inicial era disfrutar de una master-class el domingo por la mañana, del maestro Kim Plainfield, que aunque iba orientada a los baterías, es de todos sabido que cualquier músico puede sacar aprovechamiento. La sorpresa vino cuando nos informaron que Kim había decidido implicar al resto de la banda para la master-class, y convertirla en una especie de “demostración de ensayo” con público.

Fantástica idea, porque no todos los días tiene uno la ocasión de ver, en directo, y con explicaciones, a músicos de este calibre, organizándose para preparar la interpretación de un tema, parandose para ver detalles, explicándose unos a otros cada parte, etc. Un verdadero disfrute para cualquier músico, y del que se saca muchísima información para trabajar con seriedad después en nuestros propios proyectos musicales. Se me ha quedado grabada la expresión de Kim: “rehearsal is not a dirty word” (“ensayar no es una palabrota”, sería su traducción más aproximada). En contraposición a ese lema tan cachondo que solemos usar por aquí, eso de “ensayar es de cobardes”, que a todos los músicos nos hace mucha gracia, pero que realmente sabemos que no es cierto. La implicación de estos músicos, su trabajo previo y su depurada técnica, fruto de las muchas horas de práctica y estudio, es lo que hace que luego suenen de esa forma tan fantástica. Esto no viene de la nada, sin un trabajo previo, y mucho esfuerzo.

Durante la master, trabajaron precisamente en un arreglo de Antonio Gómez, una versión muy particular suya, basada en el tema “All blues” de Miles Davies, pero con un tratamiento rítmico cercano a la buleria flamenca – ritmo que interesó muchísimo a Kim desde que conoció el arreglo de Antonio, el pasado año – y con unas aportaciones armónicas maravillosas. El trabajo en grupo, yendo y viniendo por la partitura, preguntando a Antonio por “esta o aquella parte”, y repitiendo los fragmentos más problemáticos rítmicamente, hicieron que los asistentes disfrutásemos de un verdadero ensayo entre grandes profesionales de esta materia que es la música improvisada. Como se verá, durante su preparación tiene poco de improvisación. La improvisación viene después, cuando ya está todo el tema montado y los conceptos muy claros.

Como segundo ejemplo se eligió un tema del pianista, Bill O´Connell, totalmente desconocido para el resto de la banda (el propio Antonio nos lo aseguró más tarde: no había tocado ese tema jamás, ni había visto la partitura hasta ese mismo momento).

Un momento del concierto en el On-Off, con Bill O´Connel
en primer plano, a su izquerda Luca Alemmano y Antonio
Gómez al fondo. A Kim casi no se le ve.
 Nuevamente disfrutamos viendo como en este caso Bill explicaba a los otros músicos el sentido del tema, el “feel” que debía llevar en cada parte, el reparto de solos para los compases de improvisación, los ajustes de última hora para finalizar el tema teniendo, incluso, que modificar la partitura sobre la marcha. Repito que todo esto es una fuente de información de incalculable valor para cualquier músico, que normalmente se enfrenta en muchas ocasiones con ensayos que se eternizan, donde no se llega a ningún parte y nadie tiene nada claro. Observando trabajar a estos grandes profesionales, se da uno cuenta de “por dónde van los tiros”. Los temas siempre tienen que estar, al menos en su parte de exposición de la melodía, escritos correctamente, con todas sus partes indicadas. Tiene que existir siempre un responsable de ese arreglo, que será el que de las instrucciones pertinentes a cada músico acerca de lo que espera de él en la interpretación de ese tema. Recalcaron muchísimo ese concepto tan básico, pero tan poco practicado, de que el músico debe siempre intentar estar más pendiente de escuchar a los demás de la banda que a sí mismo, para lograr así ese perfecto engranaje que es una buena banda. Si solo te escuchas a ti mismo, al final las cosas no funcionan.

En fin, todo un recital de sabios consejos explicados de forma práctica y divertida por estos cuatros maestros de su instrumento, y de la música en general. Todo un privilegio para un músico asistir a algo así.

Tras salir del Villalobos casi a las 3 de la tarde, y despedirnos de los que no podían asistir al concierto (como el buen amigo y fantástico batería Diego de Haro, que tenía un compromiso profesional justo esa tarde-noche) y dar un “hasta luego” a los que si vendrían, me fui para casa a descansar un poquito y prepararme para el concierto de la tarde que se celebraría en el “On-off”, local situado justo al lado del estudio Villalobos.

Tras una reparadora comida y mini-siesta de sofá, a las 6 y media estaba yo ya en el On-off, como un clavo, y por allí andaban algunos de mis mejores amigos y colegas musicales, como los baterías Lito Vergara y David Marchena (que ya estuvieron por la mañana), y los bajistas Chipo Martinez y Javi Dominguez, que no pudieron asistir a la “master” a su pesar, pero que no querían perderse el concierto.

El recital que nos dieron estos cuatro ayer por la tarde…yo lo compararía con un vendaval, o más bien con un tornado, pero en lo musical. Energía, precisión y buen gusto. Todos los temas originales (bien de Kim, o de Bill, o de algún otro compositor cercano a ellos, como Vinnie Colaiuta). Temas complejísimos en su exposición, con ritmos amalgamados, arreglos muy precisos, de esos que te hacen estar siempre atento, para dar paso luego a largos desarrollos de improvisación donde todos dieron rienda suelta a sus innumerables recursos. Fusión del jazz con el rock, con esos toques latin que imprimía Bill en ocasiones, con el toque bluesero y flamenco de Antonio, y con una precisión de la sección rítmica de Luca y Kim apabullante. Cada tema fue una demostración de la calidad de todos los músicos, que además se encontraban a gusto tocando para nosotros. Lástima que parte del público del local no estuviesen allí precisamente para disfrutar del evento, y se dedicaran a “dar por saco” a base de bien, con gritos de apoyo al Almería CF incluidos, que es lo que mola en este pais (pan y circo, como siempre, hay cosas que no cambian). Pero la energía y los decibelios que salían del escenario lograban casi acallarlos por completo, la mayor parte del tiempo conseguimos ignorar a tanto ignorante, y disfrutar en plenitud de lo que en el escenario ocurria.

Otro momento de concierto. Antonio, Bill, Luca y Kim.
Cuatro maestros en acción.
Tras el concierto, felicitaciones a todos, mas que merecidas, y hasta tuve ocasión de charlar un ratito con Bill O´Connell – usando mi primitivo inglés – que se mostró todo el tiempo muy agradecido conmigo por haberle facilitado el piano, instrumento en el que yo confío haya dejado impregnada algo de su sabiduría pianistica, esperando que me la traspase a mí de forma milagrosa.

En definitiva, uno de esos conciertos memorables que te dejan esa sensación agridulce, al pensar que uno quizás nunca pueda llegar a esos niveles de perfección musical, pero que tiene que seguir intentando estudiar y mejorar para, al menos, acercárseles muy de lejos, como esos ciclistas que saben que nunca serán Indurain pero son felices estando en "el pelotón".

Un buen día para la música, sin duda, y que estoy seguro de que muchos músicos almerienses que no acudieron – la master class, sobre todo, no tuvo una gran afluencia de alumnos quedando, inexplicablemente, muchas plazas libres - cuando lean esto se darán algunos cabezazos contra la pared, por no haber estado atentos o no haber hecho el esfuerzo. La master-class, mas el concierto (copa incluida) costaban 25 euros, precio a todas luces razonable teniendo en cuenta lo que se obtenía a cambio. En fin, cada uno sabe sus cuentas, y cómo organizarse, pero mi opinión es que merecía la pena haber estado ahí, para cualquier profesional o aficionado al jazz de mi ciudad, o incluso de las más cercanas. Estad atentos para la próxima.

domingo, 12 de mayo de 2013

Malene Mortensen: Dinamarca 1 - España 1


Malene Mortensen + Calle Morner + Ironia Trio.
Sala Clasijazz (Almería) 11-May-2013

Uno no es de piedra, vaya eso por delante. Así que cuando me llegó hace una semana el pertinente email de la asociación Clasijazz anunciando el concierto del siguiente fin de semana, reconozco que le enseñé a mi mujer, desde la pantalla de mi móvil, la fotografía de la cantante Malene Mortensen que habían incluido en el correo y le dije “Este fin de semana vamos a ir a este concierto y creo que no tengo que explicarte porque”.
La foto publicitaria de Malene enviada por Clasijazz.
Poco jazzistica, pero muy sugerente.
Malene es una belleza nórdica, de esas que al añorado Alfredo Landa hubiese inspirado mas de cien piropos en esas películas del “landismo” con las que ahora nos están bombardeando – y no me quejo, porque me declaro un fan de Don Alfredo, en todas sus épocas.


Pero bromas aparte, para que yo decida ir a un concierto hace falta algo más que una cara bonita y unas piernas espectaculares, y en esta ocasión había varios motivos mas.
El primero fue saber que la banda que la iba a acompañar era de músicos locales, y algunos de ellos colegas míos en andanzas musicales varias. El batería, Eduardo, auto-apellidado Mortensen, - aunque su verdadero apellido es bastante castellano, pero jamás me lo sacareis – y gran aficionado a todo lo nórdico, fue el primero en avisarme sobre el concierto, y reconozco que en un primer momento no entendí eso de que iba a tocar con una tal Malene Mortensen. Pensé que era otra chica de por aquí que también jugaba a cambiar su apellido. Pero cuando me di cuenta de mi error, decidí informarme más y mejor sobre esta artista. Y resulta que, aparte de su indiscutible belleza, tenia verdaderamente origen danés, y una buena carrera musical a sus espaldas, con algunos discos grabados, incluido el llamado “Paradise”, donde la acompañaban ni más ni menos que Neils Henning Orsted Pedersen, Alex Riel y Niels Lan Doki. Con semejante banda detrás, esta chica no podía ser solo una cara bonita.
Procedí, como siempre que puedo, a escuchar algo de lo editado por ella. Sobre todo, durante esta semana, he disfrutado de su disco “Desperado”, donde además del tema de los Eagles que le da título, muestra una buena colección de canciones, casi todas originales, o arreglos muy trabajados, como el “All I Want”, uno de mis temas favoritos de Joni Mitchell. El timbre de su voz, ya en el CD, me pareció algo agudo, pero me gustó el conjunto de la grabación.
Así que, visto lo visto, y sabiendo que, cuando menos, el concierto iba a resultar interesante, me encaminé anoche a las fantásticas instalaciones de Clasijazz, a sabiendas de que las posibilidades de disfrutar de buena música eran altas.
Un momento de la actuación
También las de encontrar buena compañía, porque en Clasijazz siempre hay amigos con los que compartir esta pasión por la música. Y anoche tuve el placer de compartir mesa con dos de ellos. Juanjo Simón, bateria, percusionista y gran apasionado de la música en todas sus vertientes, y mí gran amigo y maestro Chipo Martínez, cuya presencia me sorprendió agradablemente, ya que casi nunca, por motivos músico-profesionales, puede acudir a conciertos en fin de semana. Anoche fue una excepción, y él pudo disfrutar del concierto, y nosotros de su compañía.
Para cumplir con esa tradición tan almeriense y que tanto me molesta – me pasa como con el calor, que aunque llevo mis 46 años en Almería, no me acostumbro – el concierto empezó mas tarde de la hora anunciada. Aprovecho para lanzar por aquí mi opinión, que repito a todo el que quiere escucharme: los conciertos deben empezar a la hora anunciada, por una cuestión de respeto por el espectador que hace un esfuerzo por estar a su hora. No es de recibo que se premié al “tardón”, y se perjudique al puntual, que quizás ha tenido que hacer un esfuerzo adicional por estar en el local a su hora, y que luego se topa con una espera de treinta minutos…o a veces hasta una hora, por esa tradición tan pueblerina de “es que…aquí la gente llega más tarde”. En mi humilde opinión, el que llegue más tarde – que a veces puedo ser yo mismo -, se habrá perdido parte del concierto. Para la próxima, llegaría más temprano. En fin, predicar en el desierto, pero yo siempre que puedo lo digo.
Total, que el concierto empezó tarde.
Todavía no he repasado el plantel de músicos sobre el escenario: además de la Mortensen, encaramada en unos tacones de vértigo – de hecho…hubo un momento en que pensamos que iba a dar con sus huesos en el suelo, tras un pequeño traspiés nada más comenzar el concierto – estaba también su marido y guitarrista Calle Morner. Y nuestros “Ironia trio”, banda compuesta por Pablo Mazuecos en el piano, Bori Alvero en el contrabajo y el ya mencionado Eduardo Mortensen en la batería.
Empezaré por ellos, porque son amigos, son de Almería (al menos Pablo y Eduardo, porque Bori creo que es catalán, pero lo estamos adoptando) y son unos magníficos músicos. Quizás lo que más me alegró anoche fue ver como está el nivel jazzístico en esta provincia. Escuchando tocar a estos tres, creo que el nivel está muy alto, quizás en su mejor momento. De Pablo Mazuecos es que ya he hablado mucho en otras ocasiones, y es conocido por toda su labor como organizador, docente,  arreglista, director en la Big Band y…por supuesto, pianista. Gran aficionado también al jazz que se hace por tierras nórdicas (Dinamarca, Suecia, etc), anoche se le veía especialmente feliz y motivado por estar acompañando a Malene y Calle. Sobre todo en el segundo pase nos regaló algunos solos antológicos al piano. Siempre me gusta ver tocar a otros pianistas, y aprender lo que pueda, y en el caso de Pablo, saber que además es paisano y amigo, y ver que siempre va en progresión ascendente, me alegra y me anima a seguir estudiando y practicando.
 A Bori lo conozco menos, porque no lleva mucho por Almería, pero lo poco que lo he visto ya me ha dejado claro que es un contrabajista de raza. Tiene técnica, tiene pegada,  tiene afinación y transmite muchísima alegría tocando. Viéndolo tocar el contrabajo uno tiene  la falsa sensación de pensar que es algo fácil de hacer. Y Eduardo Mortensen, bueno, además de ser un buen amigo, aunque simulamos odiarnos cordialmente, creo que es uno de los baterías más imaginativos y modernos de nuestra tierra. He tenido el placer de tocar muchas veces con él, pero siempre me sigue sorprendiendo. Su manejo del ritmo, y de los silencios, es fantástico, y anoche dio todo un recital en ese sentido. No voy a decir de él, como de los otros dos, que transmitiese felicidad, porque su hierático rostro no deja vislumbrar precisamente tranquilidad o alegría; pero es lo que hay, así es Eduardo Mortensen - de los Mortensen de Almería, de toda la vida. Como diríamos por aquí: “más serio que un ajo”.
De estos tres, la verdad, no esperaba menos, porque son tres musicazos. Pero reconozco que también me sorprendió, y más que agradablemente, el guitarrista Calle Morner. Quizás el sonido de su guitarra no es muy de mi agrado, ya que abusaba de los efectos, pero una vez me acostumbré, reconozco que disfruté con todas y cada una de sus improvisaciones. Como decía mi amigo Juanjo, no daba una nota de mas ni de menos y todas tenían sentido. Gran técnica e improvisaciones imaginativas, ni muy largas ni muy cortas, siempre en su justa medida.
He dejado para el final a Malene, porque precisamente, y sin decir  que me decepcionó, tengo que reconocer que la labor del resto de músicos fue tan buena, que casi podría decir que quedó eclipsada por la calidad de sus acompañantes. Y, no se me entienda mal, porque la chica canta…y un rato de bien, con muy buena técnica vocal. Durante algunos temas del primer pase su afinación sonó algo rara. No se si no se escuchaba bien a si misma, o no escuchaba bien a los músicos. En el segundo pase mejoró muchísimo en ese aspecto. Pero aún así, posiblemente lo que menos me convenció – y a la concurrencia cercana con la que pude compartir opiniones – fue el timbre de su voz, que sonaba algo agudo, sin llegar a ser chillón. También creo que la voz estaba demasiado alta de volumen respecto al resto de instrumentos, y con una ecualización muy sobria, seca, casi sin reverb. Puede que sea como a ella le guste cantar. Pero el caso es que el resultado, escuchado en conjunto, no era bueno para su voz, en mi modesta opinión. Pero que no se me entienda mal, vuelvo a repetir que Malene canta muy bien, y creo que nos ofreció un magnífico concierto, sobre todo en la segunda parte, y estuvo entregada, profesional y muy simpática sobre el escenario.
El repertorio estuvo compuesto en su mayoría de standards – lógicamente, ya que el tiempo para ensayo con la banda fue escasísimo – pero muy bien arreglados y ejecutados. Temas como “Triste” o “No more blues” de Jobim, “Night and day”, “Misty” o  “All the things you are” – tema con el que se abrió el concierto. Al final de primer pase nos regalaron un tema a dúo guitarra y voz, intuyo que en lengua nativa danesa porque fui incapaz de entender nada de la letra, muy bonito y de gran complejidad armónica y melódica. También, ya en el segundo pase, nos interpretó algún tema original, como el llamado  “Another day”, que abre su mencionado disco “Desperado”. Ahora bien, quizás el momento culminante de la noche fue la espectacular y compleja versión del “Take five” de Dave Brubeck, en un arreglo casi irreconocible en algunos momentos, y donde la banda hizo una demostración de maestría fantástica, y que Malene cantó de maravilla.
En definitiva, como yo esperaba, la noche fue propicia para la buena música, la amistad y conversación con amigos y colegas. La experiencia de colaboración entre músicos europeos y el “equipo local”, inmejorable y satisfactoria. En definitiva, una fiesta para la música en Almería, como casi siempre ocurre entre las cuatro paredes de nuestro club.
Y por cierto, no sé si lo he dicho, pero Malene…guapísima. Que uno no es de piedra.

domingo, 10 de febrero de 2013

Los dos ladrillos de Ian: El concierto del "Thick as a brick" de Jethro Tull

Los dos ladrillos de Ian

Concierto de Jethro Tull en Málaga, 8 de febrero de 2013


Todo comenzó un primero de septiembre de un lejano 1980, cuando ese inexperto jovenzuelo que era un servidor andaba de tienda en tienda de discos rastreando sin cesar, buscando su camino en el mundo musical, intentando saciar esa sed que los melómanos llevamos como carga durante toda nuestra vida, y que cuando parece estar satisfecha vuelve a surgir, aún con más fuerza, día tras día. Por aquel entonces lo más extravagante que figuraba en mi corta colección discográfica era discos como aquel de Boney M – el famosísimo “Nightflight to venus” – o un recién estrenado vinilo de Elton John, que siempre me fascinó: “A single man”. Pero hete ahí que ese aún caluroso día de septiembre – en Almería el verano acaba mucho mas tarde – con los ecos de la feria de la ciudad resonando todavía en mis oídos, el destino iba a ponerme delante una de las más fundamentales obras de la música rock – opinión que mantengo hasta la fecha – un disco que llamó mi atención sencillamente por su portada: Un dibujo de un viejo mendigo, con un raido abrigo y una sonrisa lasciva que nos hacia un corte de mangas a todos los que osábamos mirarle. A mis 14 años, en un país que aún se desperezaba de esa dictadura tan larga y tan asfixiante culturalmente –entre otras cosas  - me sorprendió que ese tipo de discos anduviesen por ahí, tan campantes, y que en su momento no le hubiese metido “el tijeretazo” el censor de turno. 
El inicio del concierto, con los músicos disfrazados del
personal de la limpieza
Poco después me enteré de que si, efectivamente, lo había sufrido pero no en la portada sino en algo peor: una de sus canciones había sido suprimida del disco y sustituida por otra, de otra época diferente. Los censores de aquí, como los de cualquier otro país – la estupidez no tiene fronteras – habían sido tan soberanamente ignorantes como para mutilar una obra tan inmensa como el disco “Aqualung”, de Jethro Tull, quitando su canción estrella “Locomotive Breath”, por el simple hecho de llevar alguna palabra malsonante en su letra, pero dejando en el disco otras canciones muchísimo más ácidas y anti-clericales. Típico de esas mentes tan obtusas como ignorantes. Y ese es el disco que aquel día me llevé para casa, mutilación incluida, cosa que ahora agradezco a esa panda de ineptos “meapilas”, pues me permite estar en posesión de un disco “de coleccionista”.
Pues todo comenzó ese día, porque cuando la aguja de mi tocadiscos se posó en el inicio del surco de la Cara A, y sonó la guitarra eléctrica de Martin Barre tocando el famoso riff inicial de Aqualung, mi alma quedó atrapada por la magia de Jethro Tull. Y hasta la fecha. Da lo mismo la cantidad de música – y os puedo asegurar que es mucha – que mis oídos han asimilado después: pop, rock, clásica, country y, por supuesto, jazz. Grandes genios como Ellington, Parker, Mozart o Bach me han dejado claro que la música es algo importante y maravilloso, y día a día descubro nuevas bandas – los Wilco han sido mi último descubrimiento, maravillosos - , nuevos solistas - mi amado Bill Evans, o el magnífico Brad Mehldau, por poner algún ejemplo -, nuevos estilos, o viejos discos que en su día pasé por alto. Da lo mismo todo eso, porque cuando escucho alguno de los discos de los Tull, siento siempre un pellizco especial, algo que en mi interior me obliga dejar lo que esté haciendo y prestar atención a la maravillosa música salida de la mente del que, en mi opinión, es uno de los grandes genios musicales de siglo XX (y XXI, claro), el señor Ian Anderson.
Un servidor, luciendo camiseta "tulliana"
(de la gira del 2007) y mas feliz que una perdiz,
intuyendo lo que se avecinaba
Quiero decir con esto que, cada cierto tiempo, vuelve a invadirme la “fiebre tulliana”, cual invernal gripe. Y, como la gripe, no existen medicamentos para curarla: hay que pasarla inevitablemente, con la diferencia de que estas fiebres yo las paso con gusto. En esta ocasión, el virus me llegó de la mano de un regalo navideño de mis hijas. Lógicamente ellas, mejor que nadie – puesto que su infancia, sin saberlo, estuvo llena de melodías tullianas – saben de mi pasión por esta banda. Así que cuando vieron que se había editado una nueva biografía del grupo, no dudaron que sería un estupendo regalo para su padre. Y no erraron, no. De inmediato devoré dicho libro (podéis ver aquí, en mi blog de reflexiones, unas palabras que dedique al mismo y a su autor) y coincidiendo felizmente con la recuperación de muchos de mis vinilos y del gusto por escucharlos, pasé unas maravillosas jornadas de lectura y audición en el pasado mes de enero. Estufa, té calentito, buena lectura y discos de Jethro Tull, fueron una estupenda combinación para empezar el año.
Entre esos discos estaba uno de mis favoritos, por muchas razones: “Thick as a brick”. Otra de las grandes obras del rock, y de la música en general. También su portada me cautivó, y lo sigue haciendo. Quien lea el libro de Vicente Álvarez, entenderá mejor lo de la portada, porque explica con detalle muchos de las particularidades de la misma. Resumiendo, la portada de ese disco es un periódico completo, con todas sus páginas. Al menos en su edición original, y que por suerte es la que yo tengo. Después, la industria discográfica, implacable en su afán de “hacer pasta” (y no de la italiana), se cargó la original, dejándola en portada-contraportada, y quitándole el encanto, mutilando de nuevo una obra de arte. ¿Se le ocurriría a alguien cortar el “Guernica” en cachitos…porque le parece muy grande? Supongo que no. Pues a muchos energúmenos de la industria musical sí que se les ha ocurrido algo similar aplicado a las obras musicales. Deplorable, pero cierto.
Pues bien, ese disco podría haberse quedado en una portada original, pero no es así. Lo que había en el interior era superior a todo lo que yo había escuchado hasta ese momento. Una sola canción ocupaba el disco entero, sin títulos, sin cortes, solo el obligado para darle la vuelta al vinilo. Yo ya había tenido una experiencia similar con un disco al que también amé profundamente en esa época: el Tubular Bells, de Mike Oldfield. Pero esto era diferente. El “tubular” era hasta accesible para mis escasos conocimientos musicales de la época, y de hecho, con un par de amigos, tuvimos la desfachatez de intentar grabarlo, a nuestra manera. Lo de los Tull era distinto. Era música como de otro planeta. Desde que el disco comenzaba, uno no dejaba de sorprenderse. La instrumentación era la que yo considero ideal para el rock: guitarras, bajo, batería, pianos y órganos Hammond. Y, por supuesto, la voz de Anderson, en su mejor momento. Intentar describir aquí la inmensidad de la obra que nos ocupa sería extensísimo, y para eso os vuelvo a remitir al libro “Jethro Tull: El faro de Aqualung”, donde el Sr. Alvarez hace un estudio exhaustivo y muy acertado de cada parte, comentando música y letra. Yo solo diré que es el día de hoy donde cada parte vuelve a sorprenderme, donde tras mis incursiones posteriores en el jazz, descubro que hay muchas influencias jazzísticas en el disco, pero también las hay de blues, de música clásica, de rythm´n´blues, y hasta de música oriental. Sigue siendo un reto para mí, como músico. A veces creo que sería incapaz de interpretarla. Otras, creo que debería ponerme a estudiarme el disco de cabo a rabo, para aprender más. Pero al final lo que hago es volver a disfrutarlo escuchándolo.
Ian Anderson, con su flauta, y John O´Hara al fondo,
a los teclados
El caso es que, con estos antecedentes, con el libro recién leído, el disco recién escuchado – y varias veces – voy y me entero – gracias a mis “mil y un” avisos del google, que me mantienen bien informado - de que Mr. Anderson recala por España, y que además se acerca hasta Málaga – que me pilla bien cerquita – y con su gira “Thick as a brick 1 y 2”, que está realizando desde el pasado año para conmemorar el 40 aniversario del disco y mostrar en directo también, además, la 2ª parte del mismo, subtitulada como "Whatever happened to Gerald Bostock", en referencia al protagonista de la primera parte, realizada el pasado 2012. La verdad es que no me costó mucho decidir que tenía que estar en Málaga el día 8 de febrero. Sobre el concierto, nuevamente gracias el libro de V.A., tenía bastante información, y por internet recabé mas, con opiniones para todos los gustos. Hay gente que piensa que Ian Anderson tenía que haberse retirado ya en 1980. Otros que en los 90. Si, si…claro. ¿También, quizás, tenía que haberse retirado Beethoven cuando empezó a quedarse sordo? Pues nos hubiésemos perdido alguna que otra obra maestra, queridos descerebrados amigos. Un artista no se retira cuando tu quieres, chaval, sino cuando él considera conveniente y, a veces, nunca. Y los que disfrutamos de sus obras, siempre tenemos la opción de no hacerlo si no queremos – salvo que seamos el protagonista de la Naranja Mecánica, claro – pero ya empiezo a estar bastante cansado de la frasecita “y esos…¿no tenían que estar retirados ya?”. Pero, ¿por qué? No te gusta la música que hacen, ¿no? Pues no los escuches, amiguete. Pero si a ellos les gusta hacer su trabajo, y a otros también nos gusta disfrutarlo, ¿por qué nos vamos a privar de ese placer? Pues bien, aclarado por mi parte que tengo clarísimo que Ian Anderson y sus Jethro Tull, pueden y deben continuar, porque siguen haciendo una música de calidad extrema, me encaminé a Málaga el viernes por la tarde, para presenciar el directo completo de su obra magna. Algo que, dicho sea de paso, no ocurría desde la gira del 72 de presentación de ese disco, pues a partir de ahí, y dada la duración de la obra completa, nunca más habían interpretado en directo de forma integral, sino con un “meddley” de unos 15 minutos, con las partes más conocidas. Por tanto, era una ocasión muy especial para mí, puesto que aunque ya había visto en directo a los Jethro en 4 ocasiones, sabía que lo que iba a escuchar era muy especial y posiblemente, una vez acabada esta gira especial, no vuelva a producirse mas.
Otra pose del maestro, a la flauta, en la que estuvo inmenso

Como suelo hacer, y sabiendo con más seguridad que nunca lo que iba a escuchar, la semana previa me puse al día, sobre todo en lo referente al nuevo “Thick as a brick 2”, que tenía mucho menos escuchado , y que reconozco ha resultado ser un más que digno sucesor de su hermano 40 años mayor. ¿Hermano? Bueno, más bien sería su padre o su abuelo. Da igual, sucesor al fin y al cabo.
Así que lo más pronto que pudimos estábamos mi mujer y yo en el recinto del palacio de Ferias y exposiciones de Málaga, cogiendo un buen sitio – quinta fila, no estuvo mal – para disfrutar con detalle del concierto. La edad media de la concurrencia, unos 40 añitos. Aunque algún jovenzuelo se veía de vez en cuando, muchas canas y muchas calvas se vislumbran en los conciertos de esta banda, aunque al parecer hay mucha gente joven que los sigue. Posiblemente estaría más atrás, en las localidades más baratitas.
Con puntualidad, sobre las diez y poco, empezaron a pasar cosas en el escenario. Ian tiene un concepto del espectáculo como algo que acompaña a lo musical, y le da un “plus”, cosa en la que estoy totalmente de acuerdo, y casi siempre ha intentado sorprender en sus conciertos. En este caso, van entrando al escenario unos señores enfundados en batas, y con unas gorritas, simulando ser personal de limpieza, y van pasando sus paños, escobas y plumeros por todas partes: suelo, instrumentos, etc. Los que ya estábamos informados sabíamos que bajo algunas de esas batas estaban los músicos de Jethro Tull, confundiéndose con otros elementos, también parte del personal de apoyo de la banda. Una vez dejan como “la patena” el escenario uno de ellos simula darle al mando a distancia del video, y en la pantalla de fondo aparece Ian Anderson, interpretando al psicólogo de Gerald Bostock, el pequeño niño prodigio protagonista – e imaginario letrista – del “Thick as a brick”. Aunque tuvieron el detalle de subtitular la perorata inicial, lamentablemente los de las primeras filas no pudimos casi leerlo, porque los instrumentos del escenario nos tapaban casi la totalidad de dichos subtítulos. Pero bueno, yo estaba ahí por lo que venía después, y casi inmediatamente el video terminó y en un lateral del escenario apareció Ian y entonó con su pequeña guitarra acústica la célebre frase inicial “Really don't mind if you sit this one out…”.
¿Donde hay que firmar para unos 65 años así?

Y dio comienzo la magia. Disfruté, y mucho, del concierto. El sonido, aunque comenzó con ciertas deficiencias, sobre todo en lo que respecta al bajo que sonaba demasiado fuerte, a partir de los 5 minutos iníciales se ajustó perfectamente. Voy a empezar por lo negativo, aunque lo explicaré bien: la voz de Ian Andersón está ya realmente en muy malas condiciones. Y es una pena, para que nos vamos a engañar, puesto que es una de las más especiales voces que el rock nos ha dado. Sin ser potente ni espectacular, siempre ha sido contundente en los temas que lo requerían y sumamente agradable y envolvente en las baladas y pequeñas joyas acústicas que siempre nos regalaba en cada disco. Hoy por hoy, y sobre todo para el directo, le cuesta mucho. Pero esto no es una crítica, sino simplemente una realidad y con esto no quiero decir que Mr. Anderson no pueda seguir en los escenarios y/o grabando o componiendo. De hecho, consciente más que nadie de su propia limitación, Ian para esta gira ha encontrado una solución intermedia, que alivia esta merma física que lamentablemente padece: ha contratado a un nuevo miembro para la banda, que además de actuar y dar un toque teatral al espectáculo, canta las partes a las que Ian ya no puede llegar dignamente. En otros momentos, lo que hace Ian es “rapear” un poquito, que tampoco queda mal. Personalmente me parece una magnífica solución, que permite que podamos seguir disfrutando de unos de los mas maravillosos directos de la música actual. Inteligente, como todo lo que ha hecho Anderson en su vida. Ryan O´Donnell es el joven encargado de esta nueva tarea, novedosa para los seguidores tullianos, que nunca habíamos visto a otro que no fuese Anderson entonando sus melodías. Lógicamente, yo preferiría que las pudiese seguir cantando Ian, pero puestos a elegir, prefiero poder seguir yendo a un concierto suyo, porque Jethro Tull es mucho más que la voz de Ian, muchísimo más.

De hecho, quizás por lo que más disfruté del concierto fue por toda la fuerza instrumental de esa obra. Thick as a brick es casi un 70 % instrumental, y ahí, amigos, los chicos de Anderson están en plenitud, incluyéndolo a él, que cada vez toca mejor la flauta y la guitarra. Es lo que da la veteranía. Pero la banda que lo acompaña, más joven ahora, están bastante a la altura del maestro. En la batería está un joven con apellido de órgano, Scott Hammond, que ha sustituido no hace mucho tiempo al que ha sido batería durante muchos años de la banda, Doane Perry. En esta ocasión, además, con el reto de interpretar el maravilloso trabajo que en 1972 hizo el que, para mí, ha sido el mejor batería de la banda: Barriemore Barlow. Por mi parte, aprobado el joven Hammond. No es nada fácil rítmicamente esta obra, y cualquier fallo por su parte habría llevado a error directamente al resto de músicos. Si no recuerdo mal, lo realizó impecablemente.
Ian cantando, y al fondo el bajista David Goodier, y
el guitarrista Florian Ophale

El bajista David Goodier, aunque nuevo en Tull (lleva con ellos, intermitentemente, desde principios del nuevo siglo, y yo ya lo había visto cuando la banda recaló por Almería en el 2007) es un veterano, como demuestra su blanca cabellera. No tengo muchas referencias suyas anteriores, aunque creo que es un músico de sesión ingles de los muy reclamados para grabaciones. Desde luego su trabajo en el escenario es fabuloso, muy preciso y reconozco que me gusta quizás más que el anterior bajista de los Tull, Jonathan Noyce.
El teclista, John O´Hara es un paisano de los Beatles, nacido en la muy musical Liverpool. Ian Anderson siempre intenta que sus teclistas sean también sus co-directores musicales (el director es él, por supuesto), y que le ayuden con los arreglos orquestales, cuando los necesita. Por tanto, John comenzó ayudando a Ian en sus proyectos en solitario, paralelos a Tull, y en sus incursiones sinfónicas con música de los Jethro, como los estupendos conciertos con la Nueva Filarmonica de Frankfurt, de los que hay un maravilloso DVD editado, y donde John desempeñaba el rol de director de la orquesta, en paralelo a su labor como teclista. Como en ocasiones anteriores lo hicieron el magnífico y simpático teclista Andy Giddins, y antes que él David Palmer y John Evans, u otros no tan bien recordados por los fans, como Peter John Vetesse, los teclistas del los Tull siempre tienen algo de pluriempleo. El maestro Anderson les saca bien el jugo. Particularmente, tenía reticencias respecto a O´Hara, porque en su actuación en el concierto de Almería, en el 2007, estuvo bastante sosito, e incluso algo inseguro en algunos temas. La otra noche me reconcilié con él, porque me encantó su interpretación en los teclados, sobre todo en los órganos Hammond. En algún que otro pasaje donde tenía que improvisar un poquito, se le nota que es más clásico que jazzista, pero se lo disculpo porque, en primer lugar Jethro Tull no es una banda de jazz (ni de heavy metal, aunque los de los Grammy pensasen que si en el año 1987), y porque tocar “Thick as a brick” de cabo a rabo en los teclados es algo que no está al alcance de cualquiera. Aprobadisimo también, el bueno de John, que además también se ha aplicado en cambiar un poco su imagen, siendo ahora mas juvenil y divertida que hace unos pocos años, más acorde con la banda en la que está.
La banda al completo, durante uno de los estupendos
duetos "flauta-guitarra" tan característicos de
los Tull
El más joven de la banda, con 30 años solamente, y quizás sobre el que más recae el peso de la responsabilidad es el alemán Florian Ophale, el nuevo guitarrista de los Tull. Sobre sus espaldas pesa la enorme tarea de hacer que intentemos olvidarnos de nuestro amado Martin Barre, el guitarrista maravilloso que ha sido la mano derecha de Ian desde el segundo disco de la banda, aquel estupendo “Stand up”. A Florian ya lo había visto yo en algunos videos de hace años, cuando era un adolescente imberbe – ahora se ha dejado una perillita, para demostrarnos que ya es mayorcito – acompañando a Ian en acústico, en sus proyectos en solitario, y ya en ese momento pensé que el maestro andaba buscando sustituto para cuando el bueno de Martin decidiese retirarse. Y no me equivoqué. Y reconozco que el chaval hace un estupendo trabajo. Nuestro querido “Lancelot” Barre siempre será especial, pero Florian Ophale tiene una técnica estupenda con las guitarras, y sería injusto estar siempre comparándolo con Martin. Por mi parte, disfruté mucho con sus solos, como en otros momentos he disfrutado con los de Barre. Hay sitio para los dos, y si Martin Barre está cansado de tanta gira, bienvenidas sean las nuevas generaciones.
Una imagen a la que nos vamos a tener que acostumbrar:
Ian con la flauta y Ryan cantando.

Del nuevo cantante, Ryan O'Donnell, ya hablé antes, pero añadiré que me parece que aporta bastante a la banda, al menos en este espectáculo del “Thick as a brick”. No sé si en un concierto al uso de los Tull cuadraría, pero seguro que Anderson buscaría la forma de que así sea. En este concierto, además de cantar las partes más comprometidas, se disfrazó, bailó, hizo mímica, y en resumen, dio una nota de color en el escenario que, aunque en caso de que Ian conservase sus facultades vocales habría sido innecesaria, tampoco ha sido un mal aporte. Su protagonismo como actor sube en la 2ª parte del Thick as a brick, donde Ian canta mas cómodamente – lógico,porque lo ha compuesto hace poco, y lo ha hecho pensando en  capacidades vocales actuales – y Ryan se transforma en un verdadero “Mortadelo, as de los disfraces”, con la excusa de ir escenificando las diferentes posibles vidas del Gerald Bostock adulto que se relatan en el “TAAB 2”.
Para el final dejo al maestro: Ian Anderson. No soy objetivo, supongo, porque admiro mucho a este hombre. Con él me pasa como con Peter Gabriel, o con Bowie. Son como los cerdos – con perdón por la comparación, entiéndaseme bien – se aprovecha todo de ellos, hasta los andares. Todo lo que hacen me suele gustar, y llevan tanto tiempo provocándome sensaciones placenteras para el oído y para el espíritu, que hasta cuando se equivocan me gusta. Anderson ha hecho alguna cosilla que no me ha gustado mucho – todos los fans recordaremos aquella época suya en la que le dio por el “tecno”, y nos regalo esa joyita llamada “Under wraps” o su disco en solitario “Walk into light” – pero hasta esas obras al final han merecido mi respeto, aunque solo sea por que demuestran su capacidad para investigar e innovar siempre, sin pararse a pensar si eso gustará o no a sus fans. Ian es un tipo que siempre ha mirado hacia adelante, y siempre ha hecho lo que le ha apetecido, sin pensar en la industria, en lo comercial. Solo lo que su alma artística le dictaba que tenía que hacer en cada momento.
Momentos del "Locomotive Breath", el regalo final,
como "bis" de lujo
Así que, llegados a este punto, que voy a decir de Ian que no sea bueno. Que no canta ya muy bien, pues bueno, nos aguantamos. ¿No aguantamos al Sabina, y lo suyo es mucho peor? Pero, si nos paramos a pensar en cómo compone, como toca la flauta, la guitarra, o lo que le pongas por delante, este señor es un músico como la copa de un pino, y por tanto tiene que estar donde están los músicos: en un escenario. Y lo de la otra noche no fue más que la demostración de eso, de su profesionalidad y de su amor por lo que hace, y lo que lleva haciendo ya casi 50 años, ininterrumpidamente. Anderson es como Dylan, como Springsteen, como McCartney, necesita al público, necesita la carretera. Tiene 65 años, pero ahí está, con su flauta maravillosa, saltando por el escenario – ya no tanto como antes, claro – con su famosa postura de “la garza”, con su personalidad arrolladora. Pero, eso sí, no penséis los que no lo hayáis visto en directo, que todo es “pose”. Mientras hace todo eso, es capaz de genera una música de una calidad tan alta como podáis imaginar. Él, y su banda, por supuesto, sean quienes sean en cada momento. Hubo momentos del concierto en los que todos iniciaban una pequeña coreografía, mientras acometían partes verdaderamente complejas musicalmente hablando. ¡¡¡Eso no es nada fácil de conseguir!!!. Requiere de muchísimo trabajo previo, mucho talento y mucha habilidad con el instrumento. Ian, es capaz de estar pendiente del público, de los músicos, del sonido, de brincar, cantar una pequeña parte, tocar una compleja frase en la flauta, pegarse otra carrera, actuar un poquito, volver al micro, agarrar su guitarra acústica, casi de inmediato volver a coger la flauta, volver a cantar, y así…podría seguir de forma interminable. Verdaderamente admirable, y nada sencillo. Solo los que pisamos escenarios sabemos de la complejidad de esas acciones, incluso por separado. ¿Cómo debe ser hacerlo todo? Solo está al alcance de unos pocos como Ian Anderson.
Ya imaginareis que disfruté plenamente del concierto. Casi no dedique tiempo a sacar fotos o un poco de video, aunque iba preparado para ambas cosas. No merecía la pena perderse lo que ocurría en el escenario. El TAAB original sonó verdaderamente bien, y el TAAB 2 aunque no llega a la perfección del primero, es como dije antes, un digno sucesor. Temas como el “Banker bets, banker wins” se me han quedado ya tan grabados, que me parecen tan clásicos como el “Minstrel in the gallery”, al que por cierto…le da un aire.
Cierto es que en el TAAB 2 los músicos parecían estar más cómodos, cosa lógica ya que es un disco que ellos mismos han grabado, por lo que no tiene que estar interpretando lo que hicieron sus predecesores, sino que están dando libremente lo que son capaces de ofrecer como músicos. Si a eso sumamos que se interpreta en la 2ª parte del concierto, donde todos los que somos músicos sabemos que se está ya “mas calentito”, hace que la nueva obra suene, musicalmente hablando, más fluida que la primera. No obstante, disfruté muchísimo con las dos pero, para que vamos a engañarnos, el TAAB 1 es para mí algo mucho más especial, porque forma parte de mi cultura musical.
La banda al completo: De izq a der, John O´Hara, Ryan O´Donell,
David Goodier, Ian Anderson, Florian Ophale y Scott Hammond,
saludando tras el concierto.

El concierto se me pasó en un suspiro. Ojalá, pensé, se queden con ganas de mas y repitan el “Thick as a brick 1”. Lógicamente no ocurrió, pero sí que, como postre de lujo y sin tener que insistir mucho la concurrencia, John O´Hara salió de nuevo al escenario, se sentó a los teclados e inició la intro de la que quizás es la canción más emblemática de Jethro Tull: Locomotive Breath. Si, aquella de la que los censores quisieron privarnos allá por mediados de los 70 a los españoles. Que se jodan, la verdad, no se me ocurre otra cosa que decirles, si alguno de aquellos energúmenos aún sigue con vida y casualmente lee esto. ¿Por qué ese empeño de algunos por imponer sus criterios a los demás? El mundo está dominado por gente así, representantes religiosos y políticos que durante la historia de la humanidad aprovechan la ignorancia y la bondad del resto de la gente, para imponer sus criterios, y así hacerse con el control de todo. Hoy en día, en nuestro país, aunque no existe una censura como aquella, estoy seguro de que existen otras, y esos poderosos quieren seguir “controlándonos” y llevándoselo todo. A los telediarios me remito, con los lamentables “urdangarines”, “barcenas”, “ERE´s ilegales”, y ese largo etcétera de casos vergonzosos con los que nos desayunamos cada día, y que nos demuestran que la clase política siguen siendo, en su mayoría  una sucesión de sinvergüenzas y advenedizos, que buscan su lucro personal cuando acceden a esa "profesión". Gentes que siguen siendo capaces de “mutilar” no solo obras como la de Anderson, sino de “mutilar” a quien sea, si se opone a sus propósitos. ¿De qué estaba yo hablando? Ahh…perdón…de Jethro Tull. La realidad de este país en particular, y de este mundo en general, ha hecho que me pierda un poquito del propósito de este blog. Discúlpenme. Pero volverá a ocurrir, mientras no me censuren, claro, que esa ventaja si tenemos por ahora en este país. Veremos cuanto nos dura.
Estaba hablando del apoteósico final del concierto con el “Locomotive Breath” sonando y del que sí que me traje un pequeño recuerdo en vídeo que, aunque de muy baja calidad, guardaré como oro en paño como demostración de otra de las noches mágicas con Jethro Tull.
Esa noche en la que disfruté con los “dos ladrillos de Ian”.