sábado, 10 de noviembre de 2012

Fred Hersh Trio, la fuerza de la naturaleza


Fred Hersch Trio, Clasijazz (Almería) 09-11-2012

Lo que anoche se nos ofreció entre las cuatro paredes de la nueva sede de Clasijazz puedo asegurar que se trató de un verdadero privilegio. Uno de esos pequeños milagros que ocurren de vez en cuando y que hacen que los que llevamos toda la vida dedicados y entregados al maravilloso arte de la música nos digamos a nosotros mismos: "no me equivocaba, esto es lo que quiero".
Y es que para los que amamos la música, esa delicada combinación entre melodías  armonías y ritmos, ese sutil entramado de notas y sensaciones, esa mágica mezcla entre técnica  sentimientos y pasión, anoche tuvo una de sus mejores demostraciones en nuestro club, con el trío del pianista Fred Hersch.
Fred Hersch (piano) y John Hébert (contrabajo)
Reconozco que hasta hace un año y poco mis referencias sobre este pianista eran escasas. No se trata de un músico mediático  y para muchos aficionados quizás curiosamente la referencia mas escuchada sobre el es que se trata de uno de los maestros de Brad Mehldau - este, por el contrario, si que es una figura archiconocida para el jazzista medio - y por el que el también fantástico pianista profesa una tremenda admiración.
Pero el pasado año, que Fred recaló en nuestro país  creo recordar que leí a través de un comentario en Facebook como mi amigo y admirado pianista Iñaki Salvador comentaba que pocas veces en los últimos años había salido tan impresionado de un concierto como del que acababa de escuchar de Hersch. Lógicamente, cuando alguien a quien tu admiras tanto como músico se refiere con tal veneración a otro colega, de inmediato tiene uno el convencimiento de que se te estaba escapando algo importante. Desde ese momento escuché algún disco suyo y, por supuesto, caí rendido.
Como pianista y como melómano, soy un ferviente admirador desde hace muchos años de Bill Evans y de Thelonius Monk, dos de los grandes creadores, responsables de algunos de los mayores avances musicales de la historia, sobre todo en lo referente a interpretación y tratamiento del trió clásico piano-contrabajo-batería, el primero, y a composición el segundo. Pues nada mas empezar a escuchar al sr. Hersch, se da uno cuenta de cuanto ha debido amar este hombre a ambos pianistas, porque da la sensación de ser una versión mejorada de una hipotética mezcla de ambos. Su dominio de la armonía es apabullante, su lirismo te pone el vello de punta y sus juegos rítmicos con ambas manos en el teclado te desarman, particularmente a mi me hacen pensar eso tan típico de "necesitaría 5 o 6 vidas para lograr hacer algo así con un piano". Pero todo ello sin caer en el virtuosismo fácil, con una naturalidad impresionante.
Ahi quedó, pues, incluido entre mis referentes desde hace algunos meses, y con ese deseo que siempre invade al músico cuando escucha a alguien que le impresiona que no es otro que poder disfrutar en directo de semejante derroche de talento.
Y, como leyéndome el pensamiento, el amigo Pablo Mazuecos, alma-mater del Clasijazz y luchador incansable por la música en nuestra pequeña provincia, va y me comenta hace unos meses, casi en un susurro porque, según él, no quería aún dar la noticia por si al última hora no se concretaba, estaba a punto de cerrar una actuación de Fred Hersch en Clasijazz. Pero ya estoy acostumbrado a que cuando Pablo me dice que "lo está intentando", significa que está poniendo "toda la carne en el asador". Ya me lo demostró cuando el pasado año logró traer, entre otros, al gran pianista italiano Enrico Pieranunzi, otro de los grandes momentos musicales que tuvimos el placer de disfrutar en la pasada temporada.
John Hébert (contrabajo) y Eric McPherson (batería). 
Pues bien, como era de esperar, cuando Mazuecos - y el resto de responsables de la organización de Clasijazz, que estoy seguro de que trabajan con tanta ilusión como él - se pone a ello, todo es cuestión de tiempo, y estaba cantado que este caballero de las blancas y las negras iba a tener que recalar por Clasijazz.
Y anoche fue la noche. ¡¡¡ y que noche !!!.
Lluviosa y melancólica toda la tarde, extrañas sensaciones para un almeriense, me la pasé en casa, a ratos tocando un poco el piano, a otros escuchando la lluvia, que caía con fuerza, y con ese presentimiento de que vas a presenciar algo grande en un rato.
La noche invitaba a vino tinto, y un par de copas cayeron antes de irnos mi mujer y yo para el club, con esa insistencia que me caracteriza - no puedo evitarlo - para llegar a tiempo y coger un buen sitio. La ocasión lo merecía  y ademas de no querer perderme ni una nota, también deseaba que me separase la menor distancia posible de ese precioso Steinway que el club había conseguido para la ocasión. Primera fila, y centradita. Es lo que tiene llegar a tu hora.
Y, tras los saludos y re-encuentros siempre placenteros con amigos y, casi siempre, músicos, todos con la misma expectación, nos acomodamos y nos preparamos para la que se nos venia encima.
La primera parte de concierto estuvo dedicada casi en su totalidad a composiciones del propio Fred, que comenzó justo con la misma con la que empieza su disco "Alive in village Vanguard" - que recomiendo fervientemente - llamada "Havana", un tema con aires muy latinos, que ya me dejó totalmente boquiabierto, y casi sin poder pestañear. Tras él vino una preciosa balada que el maestro dedica a Antonio Carlos Jobim, llamada "Sad Poet", donde el contrabajista John Hébert ya nos dejó clara su tremenda calidad también como solista, tocando, por cierto, el contrabajo de nuestro amigo Guillermo Morente, que lo cedió para la ocasión, y que también vino, desde Granada, a disfrutar con nosotros de esta tremenda velada musical. "Sad poet", que comienza como balada, se transforma suavemente hacia su final dando paso un "ostinato" entre pianista y contrabajista que ceden el protagonismo al batería  un tremendo Eric McPherson, que realizó en este momento tan temprano un solo de esos que te dejan literalmente sin aliento. Tremendo. Íbamos por el segundo tema de la noche, y yo ya estaba totalmente rendido, aturdido por la maravillosa intensidad que salia del escenario, impresionado por esa mezcla entre técnica y sensibilidad. Respiré profundamente, me re-acomodé en mi asiento y me dejé llevar.
La siguiente composición, también de Hersch, fue "Stuttering", tema rítmico y modal, cercano al free, con el que Fred nos hizo disfrutar de su dominio al teclado, con momentos muy cercanos a las fugas clásicas, de esos en que las dos manos parecen fundirse en una sola con diez - o quince - dedos.
En el siguiente tema apareció la ya comentada admiración por Thelonius, ya que se trató de su composición  "Dream of Monk", y os garantizo que no hacia falta incluir la palabra Monk en el título, para que quedase claro desde los primeros compases que se trataba de un homenaje al revolucionario pianista.
Hasta ese momento todo el repertorio fue de su autoría, pero a partir de ahí Fred decidió dar un repasito a algunos de los grandes del jazz todos los tiempos. Y no podía empezar mejor, porque eligió para los tres siguientes temas a otro de esos compositores que no dejan indiferente a nadie: Wayne Shorter, ese revolucionario saxofonista que empezó con Miles, continuó con sus quintetos asociado con gente como Herbie Hancock, en los 60, y en los 70 hizo ese tandem maravilloso con Zawinul que dio como resultado uno de los grupos mas interesantes de la historia del jazz: Weather Report. Pero yo, particularmente, me quedo con algunos de esos discos suyos de los 60, a su nombre o con Miles, y de uno de esos, el maravilloso Nefertiti, sale la composición "Fall". Ya me parece maravillosa en su versión del álbum de Miles - son palabras mayores - pero la re-interpretación del tema que el trió de Fred Hersch hizo anoche, aún suena en mis oídos  Tema sencillo donde los haya a nivel armónico, pues se trata de una progresión de cuatro acordes muy similares, y siempre con la misma hipnótica melodía de esas que te llegan dentro, que te cautivan. Con esa materia prima, el trió de Hersch logró alcanzar, para mi gusto, la cima de la noche en lo que a expresividad e intensidad se refiere. ¿La palabra? sin duda: Sublime.
El primer pase acabó con otras dos composiciones de Shorter, unidas, "Miyako", y "Black Nile", en esta ultima incluyendo otro buen solo del batería  Eric McPherson. Otras dos joyas que, sin llegar a los niveles de interpretación de la anterior - porque era muy difícil lograr eso - , me dejaron deseando que diese comienzo el segundo pase.
En el pequeño descanso, y gracias a mi amigo Miguel Canale, que hizo las presentaciones, tuve la suerte de compartir unos minutos de charla con Eric, que ademas de magnífico batería  mostró una simpatía tremenda. Nos contó como de mal lo han pasado en Nueva York estos pasados días  por culpa del tristemente famoso Sandy, que incluso han perdido parte del equipo de su estudio, en una de las subidas del rió Hudson, y que hizo que tanto el contrabajista como el llegasen tarde a esta gira europea, siendo la de ayer su primera actuación en esta gira europea con Fred. Pero con una sonrisa de oreja a oreja terminó diciéndonos "pero ahora no me importa, hoy estoy aquí ..y estoy feliz de poder hacer esta música para vosotros". Y con esa frase en mis oídos  me volví a mi asiento de nuevo, pensando si podría ser posible una segunda parte mejor que la primera. Pues si. No se si mejor, pero a la misma altura si.
El segundo pase comenzó con un standard,"You´re my everything", de Warren and Young, a ritmo medio, con un tremendo swing, sobre todo el aportado por Eric, con un fantástico dominio del tempo y un uso maravilloso de los platos, dejando que Fred volase libremente por el teclado. Precioso comienzo de la segunda parte.
Como para dejar claro que lo mismo pueden abordar un standard y swinguearlo "a lo clásico", que de repente volverse vanguardistas, el segundo tema era del señor Ornette Coleman: "Forerunner". Pues nada, a disfrutar del free "colemaniano", con esas melodías vertiginosas y afiladas, con un dialogo piano-contrabajo inicial precioso, y un "dejarse llevar" posterior, que nos hizo nuevamente levantar el vuelo, musicalmente hablando.
Otros dos temas encadenados "The wind", a piano solo, con un Hersch super-lirico, el mas cercano a Evans de toda la noche, y el precioso standard "Moon and sand", también siguiendo los senderos entre lo latino y la balada, y que nos dejaron otro precioso solo del contrabajista John Hébert, y otro alarde imaginación del pianista en sus improvisaciones.
De izquierda a derecha: John Hébert,
Fred Hersch, Ramón García y Samuel Roque
El siguiente tema, reconozco que es uno de mis predilectos del maestro Ellington: "Mood indigo". Lo que logró transmitir Fred anoche con esa maravillosa melodía solo lo sabemos los que estábamos allí. Silencio sepulcral en el club - mas que el resto de la noche, si es que eso era posible - para escuchar la introducción a piano solo del maestro, desgranando con delicadeza cada acorde, cada nota, y la suave incorporación de contrabajo y las escobillas, volvieron a ofrecer otro de los innumerables momentos mágicos de la noche. Improvisación magistral. No se si se puede sacar mas petroleo de una melodía. Dominio absoluto de la balada. El que quiera que me lo discuta, vale, pero...no me "bajaré del burro". ¡¡¡ Aquí si que no !!!.
Cuando sonó la ultima nota, me atreví a tragar saliva, no antes.
De izquierda a derecha, Samuel Roque, Ramón García,
Eric McPherson y Miguel Canale
Y Fred anunció el ultimo tema. No podía ser de otra forma que homenajeando a su héroe, a Monk. El tema elegido fue "Work", y la introducción a piano solo volvió a dejarme casi sin respiración. Podías cerrar los ojos e imaginar al genio del bop, allí  a tu lado, jugando con el piano, dominándolo sin complejos. Los abrías y no veías a un negro con sombrero gesticulando de forma extraña, sino que te sorprendía ver a un blanco, con aspecto de empleado de banca, bien peinado, con una pequeña perilla, y gafas de pasta, levemente inclinado sobre el teclado y con unas cuidadas manos que acarician las teclas. Si, aunque lo que entraba por el oído era "puro Monk", lo que percibían los ojos esa "puro Hersch". Milagros de la música.
 
Y así terminó la magia. ¿Terminó? No. Nuestra insistencia tuvo su premio: una maravillosa interpretación  nuevamente a piano solo - mientras sus colegas de la sección rítmica ya disfrutaban de una bien merecida cerveza al fondo, en la barra - del no menos excelente standard de Cole Porter "So in love".
Como en cada concierto, al terminar, buscas las caras de los amigos, la complicidad acerca de lo que acabas de ser testigo, y las que encontré anoche debían ser muy parecidas a la mía  satisfacción plena.
Así que ahora, que releo las lineas que acabo de escribir -  por lo de la ortografía, mas que nada - , aún no acabo de creer la suerte que tuvimos anoche los posiblemente poco mas de cien privilegiados que acudimos a Clasijazz. Música en estado puro, arte y oficio reunidos en tres grandisimos músicos. Una fuerza de la naturaleza que ningún huracán puede frenar.

martes, 15 de mayo de 2012

Para ver buen rock´n´roll hay que ir a ver al Bruce


Bruce Springsteen & the E Street Band - Sevilla, 13 de Mayo, Estadio Olímpico

Bien es sabido por lo que me conocen que soy todo un descreído, debatiéndome siempre entre el agnosticismo y el ateísmo, que aunque parezca que es igual...pues no es lo mismo.
Sin embargo, cuando de música se trata, hay ocasiones en las que pienso que dios si que existe, y según el momento va reencarnandose en tal o cual músico. Después se me pasa, pero mientras dura es fantástico, y uno puede hasta llegar a comprender el misticismo y el éxtasis religioso.
Así que, como buen melómano y poco creyente, difícil es que me veáis haciendo el Camino de Santiago, o cualquier otro tipo de peregrinación, pero si para ganar ese cielo que no sabemos si existe cuenta la asistencia a ciertos eventos musicales, yo creo que ya lo tengo ganado.
La peregrinación del pasado domingo fue de las buenas, de las que muchos - y creo que con buenas razones - consideran imprescindible. Dicen por ahí que si te gusta el rock´n´roll no deberías morir sin ver un concierto de Bruce Springsteen. Pues nada, a cumplir, con todo el esfuerzo y sacrificio que ello implica.
Debo decir, sarcasmos aparte que, en este caso, algún esfuerzo si que he tenido que hacer. Con mi entrada en el bolsillo desde poco antes de la navidad pasada, las circunstancias han hecho que mi fin de semana haya sido, cuando menos, algo rocambolesco. Bruce tocaba el domingo día 13, y mire vd. por donde, me surge una fecha para un concierto con mi proyecto "La taberna del piano" el día 12, y en Albacete. Para terminar de complicar la cosa un poco mas, el día 11 nos sale otro en Requena (Valencia). Me planteé en algún momento dado alguna renuncia, y las papeletas las tenia el concierto del "boss", ya que los otros eran conciertos mios y hay que tener seriedad con los compromisos adquiridos y por adquirir. Al final me "lié la manta a la cabeza" e intentar organizarme para poder hacerlo todo. Menos mal que me ha salido bien, porque la cosa era complicada.
Eso si, mi estado físico y mental al llegar el concierto de Springsteen no era el mas óptimo, tras dos días de conciertos propios, y con esta ola de calor que tan simpaticamente nos invade en estos días.
A lo que voy, el caso es que sobre las tres de la tarde entraba yo por Sevilla  (y olé), y marcaban los termómetros 40 grados,¡¡¡ en el mes de mayo!!! Tela marinera. Y a las 7 de la tarde, tras una reponedora siesta, salia yo desde mi hotel con mi amigo Miguel - con el que ya estoy haciendo un buen tándem para los macro-conciertos - camino del estadio Olímpico, en la isla de la Cartuja, con el cansancio acumulado pero dispuesto a echar "el resto" esa noche.
Tras unas cuantas vueltas para dar con la puerta de entrada adecuada a la zona de césped del estadio, nos plantamos ante el espectacular escenario sobre las 20:00 horas y nos dispusimos a esperar con paciencia el comienzo del espectáculo, deseando la máxima puntualidad, ya que las temperaturas se empeñaban en no bajar demasiado, y cada vez estábamos mas rodeados por el gentío.
Sobre las nueve y veinte dio comienzo la fiesta del rock´n´roll en Sevilla. El "jefe" además comenzaba su gira europea justo allí, por lo que la expectación era grande. Quince músicos saltan al escenario casi sin avisar y con ese redoble tan característico atacan el mítico "Badlands", del disco que mas me gusta de Bruce, "Darkness in the edge of town".
Reconozco que Bruce no ha sido nunca un artista especialmente seguido por mi, aunque en su día escuché bastante su "The River" justo cuando estaba recién editado. Siempre lo he respetado, pero no soy gran conocedor de su ya extensa discografia. Pero como nunca es tarde, hace menos de un año mi buen amigo el músico Antonio Alvarez me propuso colaborar en su nuevo disco, y para darme algunas referencias musicales de lo que pretendía conseguir en según que temas, me paso una pequeña lista de "joyas" del rock. "Badlands" y "Candy´s room" iban entre ellas. No pude resistirme, y me puse a tirar de ese hilo, a recuperar los grandes discos de los 70 de Bruce, y a escuchar los mas recientes. Vamos, que me re-enganché al "boss", muchos años después. De repente, unos meses mas tarde surge la posibilidad de asistir al concierto. ¿Casualidad? ¿El destino? Vaya vd. a saber. Pero los trenes hay que cogerlos cuando pasan, y este no se me escapó.
Pues ahí estaba yo, junto a unas 30.000 almas mas, soltando "Badlands" a voz en grito.
Realmente es toda una experiencia ver como funciona en directo esa perfecta maquinaria de hacer buen rock. Bruce ...y su E Street Band (menos el recientemente fallecido Clarence Clemons). Tras esa apisonadora inicial, ataco el primer tema de su nuevo disco, "We Take Care of Our Own", e inmediatamente después el que le da titulo "Wrecking Ball", super potentes ambos.
El concierto tuvo de todo, porque Bruce tiene un repertorio extenso y además va cambiándolo con mucha frecuencia para los directos. Alguna de mis favoritas, como "Thunder road" o "Racing in the streets", no sonaron, pero es que tiene tantas, que resultaría muy difícil contentar a todo el mundo. Disfruté especialmente de temas como "Out in the streeet", "Candy´s Room", la legendaria "Because the night" - con un solo de guitarra de Nils Lofgren maravilloso - , una marchosisima "I´m goin´down", el famosisimo "Born to run", la maravillosa "The promised Land", con Bruce poniéndonos los pelos de punta con su armónica, y un largo etcetera, porque si no tocó unas 25 canciones es que no tocó ninguna.
De su nuevo disco las hizo casi todas: las que comente al principio, mas "Land of hope and dreams", "Death to my hometown", "Jack of all trades", "Rocky ground" y "We are alive", que yo recuerde ahora mismo.
Tampoco faltó su "numerito" durante "Waitin’ on a Sunny Day", con niña cantando junto a él en el escenario y parece que ya es un clásico, pero Bruce tiene la habilidad de saber hacerlo emocionante. Así como su interpretación de "The Rising" o "My city of ruins", en las que además de buena música, hay mucho sentimiento.
Es indudable que Bruce se gana al publico desde el momento en que pisa el escenario, pero es que trabaja para ganárselo. En las tres horas de duración del concierto no paró de cantar, tocar, moverse, saltar, correr de una punta a otra del escenario, por las pasarelas y dejarse tocar por el publico en infinidad de ocasiones.
¿Y que decir de la E Street Band que no se haya dicho ya?. Son una máquina bien engrasada. Además, en esta ocasión, con el extra de una sección de metales - entre los que iba Jake Clemons, el sobrino de Clarence, al que Bruce da bastante protagonismo durante el show, sustituyendo en todos los solos a su legendario tío- , y dos vocalistas y un percusionista, y una violinista. Unos quince músicos sobre el escenario, sudando la camiseta todos por igual. Comandados por el compinche de toda la vida de Bruce, el guitarrista Steve Van Zandt. Ahí estaban los miticos Garry Tallent en el bajo, Nils Lofgren en guitarra, Max Weinberg en la bateria. Mención aparte para el mítico Roy Bittan en los pianos. Este señor, además de ser el teclista de la E Street, puede poner en su curriculum, y en letras de oro, su contribución al disco "Making Movies" con los Dire Straits - quien no recuerda ese piano de "Romeo and Juliet" - en los discos "Scary Monster" y "Station to station" de Bowie, o en algunos temas del fabuloso "Peter Gabriel II", cuyo "Mother of violence" aún sigue emocionándome cada vez que lo escucho. Vamos, que teníamos delante de nosotros a la flor y nata del buen rock´n´roll, y gran parte de su historia.
La perfección nunca es absoluta, y tengo que decir que el sonido en el concierto no fue del todo bueno. Mejoró conforme avanzaba la noche, pero algunos temas sonaron realmente mal, especialmente el bajo, que a veces era realmente difícil de distinguir. La voz de Bruce tenia una reverb super-exagerada, y creo que totalmente innecesaria. Aún así, disfrute mucho, pero echaba de menos un sonido mucho mas claro y brillante, como el que disfruté en el concierto de McCartney del 2004.
En fin, una maravillosa experiencia, que terminó con el clásico "Tenth Avenue Freeze-out", y con un poquito mas de fresco en el ambiente que cuando aterrizamos. Aunque salimos cansados y sudorosos, creo que la satisfacción general se podía ver en todas las caras.
Camino de los aparcamientos, Miguel y yo estábamos tan felices, a la par que hambrientos, que nos atrevimos a comprar uno de los peores bocadillos (sobre todo por el pan, que debía de ser de cuando Bruce empezaba su carrera) que hemos comido en años. Pero hasta eso lo disfrutamos. Cuando el espíritu esta bien alimentado, al cuerpo se le engaña con cualquier cosa. Y nuestro alimento la noche del pasado domingo fue el buen rock´n´roll del jefe Springsteen, sin lugar a dudas.No se porque, pero se me ocurre que en lugar de ese estribillo tan sugerente que cantaba la Carrá en los 70 "Para hacer bien el amor hay que venir al sur"...muy bien podría sustituirse por "Para ver buen rock´n´roll hay que ir a ver al Bruce".





miércoles, 25 de enero de 2012

Bailando el vals que Bunbury nos toca

Enrique Bunbury, Pabellon deportivo Rafael Florido (Almería), 24-1-2012
Hay personas que nacen con una fuerza interna que les lleva a ser líderes en cualquiera que sea la actividad que decidan emprender. Enrique Ortiz de Landázuri Izardui, más conocido como Bunbury es ,a mi entender, una de esas personas.
Podría haber sido, por poner algunos ejemplos, torero – porque parece tener planta, valentía y chulería necesaria para ello - boxeador, y de hecho parece tener alguna afición al cuadrilátero, poeta- en parte, lo es - , o pintor. Difícilmente lo imagino fichando cada mañana, aunque si hubiese optado por ese camino, también estoy
seguro de que lo haría bien, pero por fortuna, se decidió por la música y eso nos ha proporcionado en este país una de las carreras más sólidas e internacionales de las que el rock´n´roll patrio dispone.
Con una sorprendente forma de escribir y componer, ávido de nuevas experiencias, de reinventarse en cada nuevo proyecto, sin dejar de escuchar música – que es algo que yo creo que muchas “mega-estrellas” suelen hacer, por no
hablar de algunas que no han escuchado nunca más allá de la lista de “los 40” -, con influencias clarísimas - y reconocidas por él mismo - de ciertos genios indiscutibles: Dylan y Bowie, sobre todo, en lo musical. Pero también con muchos guiños a Tom Waits en llo que a instrumentacion se refiere, o al mismísimo Elvis en su forma de comportarse en un escenario, exagerando gestos y poses para deleite de sus fans – que somos muchos – y desesperación de sus detractores, que suelen quedarse en lo superficial para, en la mayor parte de ocasiones, dedicarse a criticarlo por estos motivos sin conocer bien su obra.
Pues bien, comprenderéis tras este panegírico de introducción que mi admiración por Bunbury es grande y declarada a los cuatro vientos – teniendo por ello que soportar en no pocas ocasiones las burlas de algunos compañeros músicos – y no músicos – que, en su derecho a la libre opinión del que, por ahora, disfrutamos – se mofan de mi debilidad por este controvertido artista.
Y algunas he tenido que soportar en estos últimos días, en los que yo andaba ilusionado por acudir a su presentación del nuevo álbum “Licenciado Cantinas” en mi ciudad. Ya tuve la ocasión y la suerte de acudir, hace ya casi cuatro años, a la presentación en Madrid de su “Hellville Deluxe” (crónica que también podéis leer pinchando aquí), y no me defraudo aquel concierto. La banda con la que se estrenaba en aquella gira es la misma que continua con él en la actualidad, y con la que yo ahora esperaba estuviese mucho mas compenetrado, tras casi cuatro años de trabajo con ellos.
Pues bien, hoy, con la cabeza bien alta tras escuchar uno de los mejores conciertos de rock – que porras…de ROCK , con mayúsculas – de los últimos años, voy a recuperar mis crónicas de conciertos que tenia abandonadas desde hace meses – por andar bastante ocupado en proyectos musicales propios – porque desde luego este concierto es de los que lo merecen.
Para empezar, y total ya puestos a defender a Enrique, comprendo perfectamente que se viese obligado a suspender el concierto inicial del día 13 de enero (y otro más en Valencia, dos días antes). He leído opiniones de “impresentables” y "energúmenos", amparados por el anonimato, por las redes sociales, insultando y criticando la suspensión de esos conciertos, cuyo motivo no fue otro que la enfermedad de Bunbury, certificada por un médico colegiado oficial, por una faringitis aguda. Estoy seguro que más de uno de los que implacablemente se cebaba con el artista es capaz de faltar a su trabajo por un leve resfriado. Hay artistas que tiene fama de “flojos”, de no cumplidores, etc, pero no es el caso de Bunbury, que creo que demuestra siempre su profesionalidad. Pero, como bien dijo anoche durante el concierto, ”los virus no tienen fines de semana”, y no entienden de conciertos, compromisos, entradas o fechas. Ellos sí que son esclavos de su trabajo y lamentablemente no tienen vacaciones.
Dicho esto, y tras la lógica decepción inicial por ver trasladada la fecha del concierto a casi dos semanas más tarde, lo cierto es que me tomé el aplazamiento como una oportunidad para lo que yo suelo denominar “preparación del concierto”, y durante estos días previos he vuelto a escuchar sus mejores discos (que son casi todos) y a visionar algunos de sus conciertos y documentales. Digamos que me he “bunburyzado” a base de bien, que es la mejor forma de disfrutar luego del concierto, siendo muy consciente de lo que se va a escuchar. Es mi manera de hacerlo, y a mí me funciona.
Como decía antes, la gira que Bunbury ha comenzado en este enero de 2012 es la de presentación de su nuevo trabajo, “Licenciado Cantinas”, un disco peculiar en el que desde el primer acorde se trasluce que este artista tiene un estilo tan personal que es capaz de realizar un disco completo de versiones y, con toda naturalidad. hacerlas suyas de inmediato. También en esto se fija en sus grandes ídolos, porque casi todos, en algún momento de su carrera, frenan y echan un vistazo a sus orígenes e influencias y realizan un disco versionando a otros. Ahí está el ejemplo de Bowie, con su disco “Pin ups” donde versionó temas de The Who, Pink Floyd o The Kinks, entre otros o, sin ir más lejos, el reciente trabajo de Paul McCartneyKisses on the bottom”, donde versiona, con una producción muy jazzistica, algunas de las canciones que escuchaba cuando era niño, en su Liverpool natal. Todos tenemos nuestras propias raíces e influencias musicales, algunas muy escondidas en el subconsciente, que provienen en ocasiones de lo que han escuchado nuestros padres, o algún familiar cercano, o simplemente de preferencias por determinadas culturas musicales que de forma inexplicable nos atraen, por muy lejanas que nos parezcan. Es lo mágico de la música, y la explicación de su universalidad. Y Bunbury se ha dejado llevar por esa afición suya por la música latinoamericana demostrada ya en temas concretos de sus discos anteriores. Se me viene a la cabeza la maravillosa versión mexicana de “Infinito”, con los mariachis y Julieta Venegas al acordeón. Cuando se visiona ese video-clip uno se da cuenta de que en esa época, hace ya unos años, ya estaba el germen del “Licenciado Cantinas” en la mente de Enrique. O en temas como “Canto (el mismo dolor)”, de su maravilloso “Viaje a ninguna parte”, que desprendían un maravilloso olor a ranchera y corrido mexicano.
En palabras del mismo Enrique en este disco la labor de composición ha sido sustituida por la labor de selección de las trece canciones que lo integran, y con las que ha querido contar una historia, la del Licenciado Cantinas, un personaje interpretado por él en el escenario.
Pues este es el contexto en el que nos movemos y lo que anoche, en el pabellón Rafael Florido de mi ciudad, Almería, venía a mostrar Bunbury, y lo que realmente quiero contar – aunque lleve ya más de dos páginas escritas sin haber comenzado. Debe ser el “mono” de escribir crónicas que tenía el que me está haciendo teclear más de la cuenta, pero voy a intentar “ir al grano”, a ver si soy capaz de centrarme.
Tal y como intuí, y constaté a la llegada al pabellón, junto a mi mujer y mi amigo el también músico y roquero “de pro” Rosendo Alvarez, gran admirador de Bunbury también, la afluencia de público no era masiva, pienso que achacable al traslado de fecha, que pasó de un viernes a un martes, lo que seguramente motivó la devolución de muchas entradas. No todo el mundo está dispuesto a irse un martes de concierto, y es comprensible. Pero como no hay mal que por bien no venga, fue un verdadero placer entrar al recinto con facilidad y lograr un privilegiado sitio bastante cerca del escenario, y equidistante de este y de la barra donde se podían conseguir de cuando en cuando algunas frescas cervecitas, fundamentales para un espectáculo de este tipo. El publico, bastante heterogéneo en edades y aspecto, me sorprendió por lo respetuoso. Siempre en este tipo de conciertos de rock parece que “suelten” a una horda de “gilipoyas” que se reparten por el recinto con el único fin de molestar a todo el mundo con sus estupideces, y que no parecen nada interesados en lo que ocurre en el escenario, sino mas bien en hacerse notar, dar codazos y derramar cervezas y/o ceniza sobre sus vecinos. Pues bien, anoche, si los había, no se pasaron por nuestra zona, de forma que pudimos disfrutar con tranquilidad y alegría del espectáculo.
Puntualidad. Algo que no abunda en este nuestro país. Posiblemente el concierto comenzó con unos escasos minutos de retraso - no miré el reloj en ese momento- , totalmente aceptables. Hasta en eso me quito el sombrero con este tipo. Y como era de esperar el concierto comenzó con el tema instrumental “El mar, el cielo y tu”, que también abre el disco “Licenciado Cantinas”, versión de una vieja canción del mejicano Agustín Lara. Y tampoco me sorprendió que, a continuación, la enlazase – como en el disco – con el potente “Llévame”. En cuanto comenzó este tema sospeché cuanto iba a disfrutar con esa banda sobre el escenario. Como decía antes, ya presencié hace algunos años, en la presentación de “Hellville Deluxe”, el nacimiento de su nueva banda “Los santos inocentes”. Tras muchos años con otros músicos, que conformaban la banda que acabo llamándose “El huracán ambulante”, Enrique decidió cambiar de sonido y, por tanto, de músicos. Quedándose solamente con su batería, mi “casi-tocayo” Ramón Gacías, que parece ser su clara mano derecha en toda su carrera en solitario, buscó savia nueva, y sin duda la encontró. Los músicos del “Huracán Ambulante” eran fantásticos, pero estos “Santos inocentes” no lo son menos, desde luego. El sonido que Enrique iba buscando era más roquero, más cercano al estilo “americana”, donde se mezcla muy bien el folk, el country, el rockabilly y el rock más clásico. La instrumentación que lleva lo demuestra: Batería, bajo (o contrabajo en esta ocasión, por los temas mas “cantineros”), dos guitarras y un teclista “no tecnológico”. Me explico: nada de sonidos extraños de sintetizador, nada de sonidos sampleados intentando imitar a violines ni trompetas, etc. Sonidos de teclado puros y añejos, muy “vintage”: pianos limpios, pianos eléctricos tipo “fender rhodes”, acordeón y un órgano Hammond de los de toda la vida. No hace falta más para hacer esta música. En esta ocasión ha incorporado a un percusionista, también por los temas del último álbum, en los que la percusión tiene un papel preponderante, pero habrá que ver si lo conserva en el futuro. Con Enrique Bunbury es muy difícil hacer una previsión, porque seguro que nos volverá a sorprender.
Pues ahí estábamos, frente a un escenario austero pero elegante, con un despliegue quizás algo excesivo de luces, pero contundente, y con unos fantásticos músicos que empezaban a hacer buen rock. Y aparece Bunbury, enfundado en un traje negro con unos llamativos adornos de llamas fuego, todo muy en la “tarantinica” onda de “abierto hasta el amanecer”, muy latino, muy visceral y sobre todo, muy roquero.
La verdad es que sería incapaz de recordar el exacto orden de las canciones, pero, oh maravillas del facebook, anoche mismo ya estaba publicado el “set list” del concierto de Almería en el perfil del artista, por lo que no voy a tener que, como en otras ocasiones, hacer un ejercicio de memoria para recordar el transcurrir del evento: me lo han puesto fácil.
Tras el arrollador “Llévame”, nos tranquilizó de inmediato con uno de sus temas mas jazzísticos, que es en su comienzo casi una bossa-nova: “Irremediablemente cotidiano”, demostrando que estaba totalmente restablecido de su reciente enfermedad, porque su voz sonaba alta, clara y potente.
A partir de ahí, sabiamente, fue combinando temas de “Licenciado” con composiciones de sus anteriores trabajos, alternando también entre sus temas mas potentes y los mas “tranquilos”. Lo pongo entrecomillado porque los temas tranquilos de Bunbury suelen serlo al inicio, pero casi siempre van ganando en intensidad y acaban transformándose en pequeños y sentidos himnos.
La banda lo secunda a la perfección en esta creación de ambientes, sabiendo dosificarse y jugando con la dinámica en todos los temas, de forma que logran emocionarte y sorprenderte en intervalos de pocos minutos o segundos, dentro de cada canción.
De su nuevo trabajo nos interpretó más o menos la mitad, creo que con buen criterio ya que tampoco es cuestión de abusar con demasiados temas nuevos, aunque estos realmente no sean “nuevos” del todo. Tras los tres primeros, ataco con “El solitario (Diario de un borracho)”, con el que nuevamente nos transportaba al ambiente tex-mex (de hecho el disco está grabado en su mayor parte en un estudio de Texas, el “Sonic Ranch”) y cantinero que destila todo el disco. Quizás este es el tema que mejor lo representa. El single del disco, el conocido “Odiame” fue también bordado en directo, con un trabajo inmenso del teclista Jorge Rebenaque en el órgano Hammond. El corrido “Animas, que no amanezca” es otro buen ejemplo, con sus preciosos arreglos de acordeón y su ritmo trepidante. “El dia de mi suerte”, composición original del norteamericano de origen portorriqueño Willie Colon, es otra de las joyas del disco, y que gana en fuerza con el directo, transformando un tema inicialmente “salsero” en un potente rock´n´roll.
Como regalo al público almeriense – o porque lo tenía previsto, que estas cosas quedan muy bien – estrenó en directo el tema “Mi sueño prohibido”, bolero en el que participa – en el disco – el gran Eliades Ochoa, con un solo de guitarra.
Si disfrutamos con los temas de su último trabajo, ni que decir tiene que donde el público se entrego – y me incluyo – fue con algunos de los temas de sus anteriores trabajos, porque ya empiezan a ser parte de la historia de rock en castellano. Temas como “El extranjero”. “No me llames cariño”, “Que tengas suertecita”, “Sácame de aquí”, uno de sus más complejos temas, llamado simplemente “Si”, o el maravilloso “Infinito” fueron coreados por todos y, en determinadas ocasiones, cantados solo por el público, con un Enrique disfrutando de oír sus letras perfectamente entonadas por las gargantas de tanta gente. También sonaron algunos de los mejores temas de sus últimos trabajos, como “Los habitantes” o “Las consecuencias” – ambos del álbum titulado como este último tema, o la en su día controvertida “El hombre delgado que no flaqueará jamás”, bastante transformada de la original versión de estudio, mucho mas “rocanrolera”. Es este también un aspecto digno de destacar de Enrique: su capacidad para reinventarse constantemente, y re-arreglar sus propios temas, antiguos o modernos, y adecuarlos al momento y la banda actual, jugar con ellos y sacarles, si cabe, mas partido. Otro ejemplo de lo que comento es la nueva versión que interpretaron del tema “La señorita hermafrodita”, que al principio hasta costaba reconocer.
El concierto iba llegando a su fin, y os puedo asegurar que yo pensaba que no habían pasado más que unos minutos, y tras un par de amagos de marcharse – que ya están muy calculados y estudiados, ya que esas cosas son parte del show – sonaron las notas al piano del que ya se ha transformado en un clásico himno para el cierre de sus conciertos: el tema “Y al final”, un maravilloso vals al más puro estilo “bunburiano” con cuya letra aprovecha para hacer una despedida formal, volviendo a presentar a sus músicos, a los que ha ido mencionando a lo largo del concierto, porque esa es otra cosa que este tipo cuida, cosa que no todos hacen: presentar como es debido a cada uno de los músicos que lo acompañan y hacen posible de que su música suene tan espectacular.
En el concierto de anoche, yo destacaría al guitarrista Jordi Mena , por su versatilidad y buen gusto con las diferentes guitarras que se fué colgando, y sobre todo por sus magníficos solos, aunque el otro guitarrista, Alvaro Suite, tuvo también grandes momentos. El bajista, Robert Castellanos, estuvo a la altura tanto con el bajo eléctrico como con el contrabajo, y el percusionista Quino Bejar estuvo en su sitio, sin demasiado protagonismo – cosa que es de agradecer – dándole color a los temas que lo necesitaban. Ya mencioné antes a Jorge “Rebe” Rebenaque, el pianista, que también realizo un magnífico trabajo al órgano, acordeón y diversos pianos, creando los ambientes necesarios para que todo tuviese un sonido de autentico rock americano. Y, por supuesto, Ramón Gacías, tras los tambores, seguro y contundente, sin alardes demostrando porque es uno de los pilares fundamentales de todas las bandas de Enrique y de la producción de sus discos. Pero realmente en el escenario destaca quien debe destacar: el propio Bunbury, con su histrionismo, su particular estilo y gestos tan personales, que le ayudan a componer su personaje en escena y que se combinan intrínsecamente con su música.
Antes de acabar, no puedo olvidar hacer una mención expresa al sonido del concierto, que me pareció espectacular. Limpio y claro, potente cuando debía, pero dejando escuchar todos los instrumentos y matices. No sé si el pabellón reúne alguna condición para la acústica – es un pabellón deportivo por lo que, si es así, será por casualidad – o si los técnicos de sonido eran muy buenos o estuvieron inspirados, pero el resultado fue sorprendentemente bueno. Llegando al final se estropeo un poco, ensuciándose demasiado en algunos temas, pero no empañando la sensación general de sonido impecable. No siempre es así, y por eso quiero destacarlo. Una mala gestión del sonido puede echar a perder los esfuerzos de cualquier músico. En esta ocasión todo funcionó a la perfección.
Y así, como el propio Enrique nos dijo, al llegamos al final, y puedo asegurar que “nos ató con todas sus fuerzas” para seguir bailando su vals, ese al que nos enganchamos todos sus admiradores un determinado día, y en el que nos sigue manteniendo, girando y girando hasta que aguantemos de pie.
Un placer volver a verlo, Don Enrique. Y que sea por muchos años ¡¡¡ torero !!!.