domingo, 16 de enero de 2011

Un feliz cruce de caminos

Albert Bover y Horacio Fumero, 15 de enero de 2010, Asociación Clasijazz (Almería)

Ya intuía yo que la semana musical iba a tener como colofón un concierto que prometía tanto o más que el de Ruibal que comentaba en mi anterior entrada de este blog. Pero realmente me quede corto.

Tras una mañana algo movida en la que participamos en la inauguración del nuevo “Museo del Cine de Almería”, en mi caso amenizándola como parte del cuarteto de Antonio Gómez y su precioso proyecto “Cine Et Swing”, y con un cierto cansancio en el que tenían mucho que ver las cañitas de cerveza – y sus correspondientes tapas – que nos tomamos tras la actuación, tengo que reconocer que tanto mi mujer como yo abandonamos con cierto esfuerzo el sofá de casa para encaminarnos a una nueva noche de música en Clasijazz.

El hecho de tener la entrada comprada con una antelación de más de diez días también tuvo mucho que ver en este arrebato de valentía, que nos hizo superar las enormes dosis de pereza que invadían nuestros cuerpos a esa hora. En cualquier caso, allí nos encaminamos, pero nada mas sonar las primeras notas supe que permanecer en el sofá de casa esa noche hubiese representado uno de los mayores errores musicales de mi vida.

¿Y de donde provenían esas notas?. Pues de un dúo de ensueño, dos músicos que por sí solos ya merecen figurar en la enciclopedia del jazz de nuestro país, así que no os voy a contar donde merecerían estar los dos juntos. Hablo del pianista Albert Bover y del contrabajista Horacio Fumero.

A Horacio se le podría aplicar perfectamente ese famoso refrán que reza “Dime con quién andas….”. ¿Con quien ando el señor Fumero durante dos décadas? Pues nada menos que con Tete Montoliú. Junto al batería Peer Wyboris formó la sección rítmica más habitual del universal pianista catalán. Su nombre figura en mis primeros recuerdos jazzísticos, asociado siempre a Tete. De hecho con Montoliú ya recaló alguna vez por Almería, si no recuerdo mal a finales de los 80, en alguna de las primeras ediciones de nuestro, en aquella época, joven festival de jazz.

De Albert Bover también se podría hablar mucho, aunque lo que yo realmente recomiendo es escucharlo. Y con mucha atención. En noviembre del 2007 acudí a un concierto del quinteto de Miguel Angel Chastang, que también comenté en este blog y aunque fue una sorpresa ver que tras los tambores estaba el mítico Al Foster – que no estaba anunciado – lo que más me impactó esa noche fue lo que salió de los dedos del pianista de ese quinteto. Ese músico era Albert Bover. Desde esa noche me prometí no dejar de acudir a escucharlo en directo cada vez que tuviese ocasión.


Con estos antecedentes reconoceréis que era un concierto ineludible y, como la ocasión merecía, llegue con la suficiente antelación como para coger la mesa privilegiada del club, esa que me permitía tener una visión perfecta del teclado, de ese precioso colín Yamaha con que cuenta Clasijazz. Se aprende mucho escuchando pero los pianistas también aprendemos mucho mirando tocar a los maestros, y este lo es.

El concierto comenzó de la mejor forma posible: un “meddley” de temas de Thelonious Monk. Con una maestría insuperable este fantástico dúo enlazó temas como “Monk´s mood”, “Monk´s dream”, “Ask me now”, “In walked Bud”, la fascinante melodía de “Misterioso” , para acabar con “Well, you needn´t”. Habrá alguna excepción, y no la conozco, pero creo no exagerar si digo que todo pianista de jazz, sea cual sea su nivel, admira y respeta profundamente a Monk. No es nada fácil interpretar sus composiciones. Albert no solo las interpreta a la perfección sino que aporta también nuevas ideas, que ya es difícil, sobre esas maravillosas armonías del maestro Monk.

Tras esta pequeña suite, que ya nos dejó sin aliento, atacaron la balada “I fall in love too easily”. Las baladas son, para mi gusto, la prueba de fuego de cualquier formación de jazz. Si con una balada se consigue captar la atención y generar tensión durante todo el tema, a un tempo extremadamente lento, es que eres capaz de tocar cualquier otra cosa. Pues bien, Horacio y Albert consiguieron – y no solo en este tema, sino en algunos más en el resto de la velada – que tuviésemos que contener la respiración.

Tengo que extenderme un poco sobre las improvisaciones de Bover. De los pianistas de nuestro país – y no solo del nuestro – es quizás el músico que mas me cautiva improvisando. Los puede haber con mas técnica o con más velocidad pero no con mas originalidad y personalidad acometiendo un solo. Su fraseo es tremendamente original y en pocas ocasiones tira de recursos típicos del jazz. Sus escalas siempre tienen algo especial, su mano izquierda es tan imaginativa como la derecha, logrando una independencia entre ambas realmente mágica. Anoche hubo algún momento en que improvisó a dos manos, pero tocando diferentes melodías. Su sentido del ritmo es excepcional, y su repertorio de “voincings” muy extenso y extremadamente sutil. Hasta verlo tocar es un placer, ya que Bover literalmente “acaricia” las teclas, las siente. Pues no sé si me he dejado algo. Es posible.

Comprenderéis que con semejante pianista, y acompañado de un Fumero inspiradísimo también en sus improvisaciones y sólido como nadie acompañando, el concierto iría a mas con cada tema que nos iban exponiendo.

Para rendir también homenaje a otros 2 grandes del jazz, enlazaron un tema de Ellington – “Angelica”, creo que era – con el “UMMG” de Billy Strayhorn, con los que concluyeron el primer pase.

Aprovechando que mi amigo Chipo Martínez tampoco se había querido perder el evento y que ya había coincidido años antes con Fumero, tuvimos el placer los dos de charlar un ratito con ambos músicos, demostrándonos que toda la grandeza que despliegan en el escenario se transforma en humildad y simpatía fuera del mismo.

El segundo pase comenzó con una composición de Albert titulada “Old bottle, new wine”, y a continuación interpretaron el tema que da título al disco que tienen editado a dúo: “Caminhos cruzados”. Nuevamente consiguieron elevar el nivel de tensión a lo más alto, con una delicada interpretación de este bonito – y cual no – tema de Antonio Carlos Jobim. El lirismo alcanzado aquí por Bover fue ya digno del mismísimo Evans, y la delicadeza con el contrabajo de Horacio estuvo a la misma altura creativa.

Intentando nuevamente recuperar la respiración perdida, nos presentaron una versión de uno de los temas que más me gustan, sobre todo desde que lo escuché en aquel mítico “Standards vol. 1” del trió de Keith Jarrett:”The meaning of the blues”. En esta versión Fumero realiza un acompañamiento en ocasiones casi “guitarristico”, rasgando el contrabajo rítmicamente, y dejando que Bover se deslizase como pez en el agua por el teclado, componiendo la melodía casi por completo a base de acordes. Una delicia de tema, y una maravillosa versión, que también está incluida en su disco a dúo. Por cierto, en un alarde de poca visión comercial, reconocido por el propio Horacio, ambos olvidaron traer copias para su venta. Y estoy seguro de que se los hubiesen quitado de las manos, porque el público de Clasijazz anoche estaba encantado con lo que allí sucedía, y no hubiesen dudado un instante en llevarse “un cachito de todo eso” a casa.

Bonita versión también la de “El corazón al sur”, basada en un tango de la argentina Eladia Blázquez con una preciosa melodía ejecutada por Horacio Fumero.

Y para despedirse, Horacio – que además de un fabuloso contrabajista, es un gran comunicador - nos presentó una composición suya. Nos contó que compone poco pero que cuando lo hace, no sabe porque, a sus temas le da nombres de pájaros. En este caso “Carancho”, que así se llamaba el tema, es un ave carroñera del sur de Argentina. Nos hizo referencia al último film de su paisano Ricardo Darín, titulado también así, ya que al parecer de esta forma se les llama en la Argentina a “cierto tipo de abogados” dedicados a sacar partido de la desgracia ajena. Si queréis saber a qué me refiero, no os perdáis esa película.

El caso es que Fumero compondrá poco pero cuando lo hace, lo hace bien. Maravilloso final este “Carancho” tema rítmico y complejo en el que el dúo demostró – si no lo había hecho ya antes – la gran compenetración que existe entre ambos. En ocasiones me recordó mucho a ese otro dúo maravilloso que forman con frecuencia la pianista Carla Bley y el bajista Steve Swallow , aunque posteriormente Albert me comentó que realmente a quien él ha escuchado mas asíduamente es precisamente al ex-marido, y también pianista, de Carla, Paul Bley. Quedamos ambos en darle la vuelta a la situación, y él escuchará con más atención a Carla y yo a Paul.

Como no podía ser de otra manera, no se habían retirado ni un metro del escenario cuando ya se vieron obligados a volver para deleitarnos con un bis que era obligado.

Fumero comentó que nada más entrar a Clasijazz no pudo dejar de observar con cariño y nostalgia una foto del gran Tete. Así que era casi un deber hacer algo de Montoliu, y la elección fue una de sus maravillosas composiciones: “Jo vull que m'acariciis”, una obra maestra en forma de blues. Es fantástico ver como los grandes músicos re-inventan las composiciones de sus “mayores”, y eso es lo que hizo Bover con este tema.

Para finalizar, ya que un solo “bis” supo a poco, tanto al público como al dúo, nos llevaron de la mano al buen “be-bop” de toda la vida, con “Milestones”.

Así, con el sabor de Miles Davis en los oídos - si...es que la música a veces...se degusta - y un gran cansancio pero satisfecho por haber asistido a uno de los mejores conciertos de mi ya abultado bagaje como público, y no sin antes volver a compartir unos minutos de agradable charla con Horacio y Albert (al que por cierto agradezco que me dejase fotografiar con el móvil la servilleta con el set-list de la noche - todo un clásico eso de apuntar la lista de temas en la servilleta del lugar donde se cena ¿no? - para que mi memoria no me traicionase al escribir esta crónica), nos retiramos para un merecido descanso tras un día musical muy intenso. Pero, ya se sabe que "palos con gusto..."

viernes, 14 de enero de 2011

Lo que Ruibal nos dice por su boca

Javier Ruibal, jueves 13-01-2011, Asociación Clasijazz (Almería)

Ya está, ya me ha vuelto a pasar, y nunca se con certeza cuándo va a ocurrir, aunque a veces lo pueda intuir. Me he vuelto a emocionar con un concierto. Javier Ruibal me dejó anoche prácticamente clavado a mi asiento, allí en Clasijazz. Creo que fueron casi dos horas de concierto que realmente me parecieron diez escasos minutos.

Pero empezaré por el principio. Como decía antes, en este caso me iban llegando pistas con antelación. Pistas que me hacían pensar que un recital de este cantautor gaditano no me iba a dejar indiferente.

Una de las principales, algo a lo que yo doy mucha importancia, son los músicos de los que se rodea. En el único disco suyo que yo había escuchado, uno grabado en directo y llamado "Lo que me dice tu boca", lo acompaña gente tan mítica - para los aficionados, claro - como los guitarristas John Parsons (al que yo recuerdo de los tiempos del Rock´n´Rios) o Tito Alcedo, que es otro referente para la guitarra del jazz en nuestro país. También sabía que los grandes Chano Dominguez y Jorge Pardo habían intervenido en discos suyos. Hace poco, además, mi amigo y fabuloso pianista Iñaki Salvador me contaba el enorme placer que suponía para el compartir escenario con este gaditano, haciendo algunos conciertos a dúo. Y, por último y como opinión más cercana y no por ello menos importante, mi buen amigo Antonio Gómez, que lleva ya un par de años colaborando con Javier en sus directos, me cantaba las excelencias de este artista. Se trata de una de esas mágicas cadenas musicales en las que si músicos como Antonio Gómez dicen que para él es un privilegio tocar con Ruibal, y resulta que para mí es privilegio mayor tocar la música de Antonio Gómez, inevitablemente el eslabón más débil de la cadena, que soy yo, tiene que quedarse obnubilado con el más fuerte, que en este caso es Javier Ruibal.

Creo que vuelvo a extenderme demasiado, pero no voy a quitar ni una coma, que para eso estoy en mi blog.

Bueno, a lo que iba. La cuestión es que con estos antecedentes, y además sabiendo que ya el pasado año había estado por estos lares y por circunstancias que ahora no recuerdo - posiblemente yo tocaba en otro lado - no pude asistir, en esta ocasión me propuse no perdérmelo bajo ningún concepto. De los dos días de actuación previstos decidí comprar entradas para la del jueves suponiendo que, teniendo en cuenta la cuesta de enero agravada por esta pertinaz crisis que nos rodea, el local estaría más despejado que en la del viernes. Afortunadamente para la música y para el club Clasijazz- que vive momentos muy altos en lo musical, pero bajos en lo económico - , creo que me equivoqué, porque daba gusto ver anoche ese local. De hecho una de las primeras cosas que dijo Javier al subirse al escenario y mirar de frente al público fue comentar que lo que se veía desde allí "si que era un verdadero espectáculo".

Cuando se trata de conciertos que me interesan mucho tengo la enfermiza costumbre, y los que me conocen lo saben bien y la que mejor, por sufrirlo siempre, mi mujer - de intentar llegar con mucha anticipación al lugar del concierto. Gracias a esa puñetera manía anoche estábamos sentados en una de las mesas más cercanas al escenario de Clasijazz, por lo que disfruté "hasta la última nota" de lo que allí se contó y se cantó.

Y en primer lugar apareció Ruibal, solo con su guitarra, y comenzó con una maravilla llamada "Para llevarte a vivir". Pura poesía, con un bellísimo acompañamiento de guitarra española y un agradable fondo armónico de guitarra sintetizada. Comenzar con una canción así , con la voz cálida pero a la vez enérgica de Javier diciendo cosas como "tengo el mapa del tesoro...tengo el palacio del moro...para llevarte a vivir", ya nos dejó a todos petrificados, y logró crear un silencio y un clima de relajación total en un local abarrotado desde la primera canción. La magia de la música consigue estos momentos, y a mí me alegra haber vivido ya unos cuantos.

Pensé que iba a ser difícil superar ese primer momento, pero me volví a errar. Tras esa presentación intimista, llamó "a la palestra" al amigo Antonio Gómez, que se sentó a su derecha - bueno, a la izquierda visto desde el público - y comenzó a poner su arte guitarristico al servicio de la causa "ruibalera".

Durante un par de temas nos deleitaron a dúo, hasta que se completó el trio, con Javier Ruibal hijo, en la batería y percusión. Curiosa formación, pensarán algunos, con dos guitarras y una batería. ¿Y dónde está el bajista?. Pues no, no había bajista. Y tengo que reconocer que, salvo en ocasiones en las que el ímpetu de Ruibal Jr. a los tambores tapaba un poco a las guitarras, en general no se echaba de menos a un instrumento que normalmente se considera indispensable en cualquier formación.

Poco a poco Ruibal nos fue ofreciendo un repertorio de canciones a cual más bella e interesante. Su estilo no es fácil de definir. No es un cantautor "al uso". Abundan en sus armonías

muchos ecos de su Cádiz natal, de chirigotas, de habaneras y también mucho de oriental con reminiscencias árabes . Buen ejemplo de esto último es el precioso tema "Si no me besas". Incluso, ya casi al final de concierto, algún tema me recordaba mucho el estilo de los grandes grupos del rock andaluz, como Triana o Alameda.

Me sorprendió gratamente su dominio con la guitarra - uno piensa siempre que los cantautores saben los acordes justitos para acompañar sus letras - tanto armónico como rítmico. Pero eso sí, para los adornos y los solos estaba a su lado el maestro Antonio Gómez, que en más de una ocasión nos dejó sin aliento. Sé que es difícil de imaginar, pero os puedo asegurar que algunos fragmentos de sus solos al final de concierto, cuando soltó la guitarra española y agarró su eléctrica con distorsión, podrían encajar perfectamente en cualquier tema de Iron Maiden. Sin embargo ahí estaban, en medio de las poéticas tonadas de Javier Ruibal. La música siempre es sorprendente, sobre todo cuando se hace bien y con cariño. Tampoco querría olvidar la excelente labor rítmica de Javi Ruibal hijo, que demostró ser un magnífico batería, y al que espero ver pronto por Almería con su formación propia.

La lista de temas que interpretaron fue larga - como todos los grandes músicos, Ruibal no parecía tener prisa y disfrutaba con cada tema - pero no sé si conseguí retenerlos todos. Sin temor a equivocarme, creo que sonaron canciones como "Ave del paraíso" - coreada por gran parte del público, por cierto - , "Habana mía", "A favor de tu piel", "Agualuna", "La bella impaciente", "La gloria de Manhattan", "Pensión Triana", "Guadalquivir", "Besos en abril", "Pa mi corazón", tema este último que me recordaba mucho al Carlos Santana de los 70.

No se me puede olvidar tampoco mencionar la faceta como comunicador de Ruibal, y su simpatía con el público. Sin abusar de ello, con cuatro palabras previas a cada canción, se mete al personal en el bolsillo con una facilidad pasmosa. Tampoco se trata del típico "como soy de Cadiz, tengo que ser gracioso". No es eso. Simplemente da la sensación de ser alguien ocurrente - a sus canciones me remito - y de estar a gusto con lo que hace. Y eso se transmite desde el escenario en cuanto un músico en esas condiciones se sube a él. Y como demostración de su gracia gaditana nos interpretó como uno de sus bises el simpático y particular himno que ha compuesto para su Cádiz Club de Futbol. Como él mismo dijo, posiblemente no será escogido como himno oficial, entre otras cosas porque sería muy difícil de aprender y cantar en un estadio. Al futbolero medio no se le puede pedir que se aprenda algo poco mas complejo que un "oeee oeee oeee oeee", y la letra de Ruibal sería una verdadera complicación. Ahora bien, para disfrutar con esa letra cantada por Ruibal, es inmejorable. Un tema que empieza con "Se cuenta que ya en tiempos de Tiberio...en Gades huboun equipo puntero...que todos los domingos del imperio...juntaba en el estadio a los romanos futboleros" , o un estribillo como "y vivan los colores de mi club...en donde Mágico es un dios y el fondo sur...la aristocracia" es claramente un divertimento musical asegurado.

Y así, con poesía, buena música y unas pizcas de buen humor, llegó el final del concierto, casi sin sentirlo. Nada más terminar miré a mi amigo el guitarrista Jesus Masero, con quien tuve el placer reencontrarme y de compartir mesa anoche, y casi no tuvimos que decir nada para entender que a ambos nos había encantado lo que allí había sucedido.

Y, por cierto, para completar el goce, el primer concierto del año...!!!sin humo¡¡¡. Lo siento por los fumadores, pero yo estaba en el paraíso.