Sergio Dalma, 4 marzo de 2011, Auditorio de Roquetas de Mar (Almería)
Dicen que no es bueno mezclar. Con la bebida, supongo, porque si se mezcla una pizca de nostalgia, unas gotas de buen gusto, unos cuantos buenos músicos y una excelente voz, en una cazuela adecuada, pues resulta que –para asombro del que suscribe - sale uno más que satisfecho de un concierto de Sergio Dalma.
Todo tiene su explicación, y no es que quiera excusarme por ir a ver a un cantante típicamente melódico, de esos que generalmente los músicos y/o melómanos tendemos a despreciar, no faltos de razón en muchas ocasiones.
La cuestión es que hace unos meses, por casualidad, escuché el disco que Dalma acababa de editar y que, si no me equivoco, iba totalmente enfocado a ser un superventas navideño. Se llamaba "Via Dalma", y cuando escuché los acordes de la guitarra de la primera canción del disco - "Bella sin alma" - noté un cierto cosquilleo en el estómago, esas mariposillas que uno sentía cuando con trece o catorce años soñaba con sentarse en el autobús de una excursión del colegio con aquella chica por la que bebía los vientos. Sorprendido por las sensaciones – es que uno no es romántico por naturaleza, la verdad - llegó la segunda: "Yo caminare", aquel tema de Tozzi que en España popularizó Fausto Leali, y me di por vencido. Me estaba gustando, y mucho, un disco de Sergio Dalma. Estuve tentado de ir a un espejo para ver si tenía más "arruguillas" de la cuenta, por eso del "¿me estaré haciendo mayor?". Pues será que también hay algo de eso.
Así fueron cayendo una tras otra, esas melodías con las que crecí, de finales de los 70 y principios de los 80. Ahí estaban temas de Umberto Tozzi - al que siempre he admirado mucho -, de Toto Cotugno, de Richard Cocciante, de Sandro Giacobbe. Esas canciones con esas letras claramente machistas y que a veces se acercaban peligrosamente al borde de la violencia de género – aunque en esa época los polítiquillos aún no habían bautizado de esa forma tan elegante a lo que hacen algunos cabrones que pegan y matan a las mujeres -, pero que en esa época hacían enternecerse y hasta llorar a las jovencitas, y a nosotros nos hacían soñar con un simple roce a través del suéter de alguna de esas tiernas infantas - o no tan tiernas, que de todo había, en las oscuras – por la poca luz, no por otra cosa - fiestas de instituto de mi adolescencia.
Pues andaba yo disfrutando, de cuando en cuando, de esa pequeña joya discográfica, cuando llega a mis oídos que Sergio Dalma recalará en el Auditorio de Roquetas de Mar - esa localidad cercana a Almería. que ya cuenta con mejores servicios que la capital en muchos ámbitos, uno de ellos su magnífico auditorio – y no me lo pensé dos veces. Al poco tiempo, y con la ayuda de mi mujer y de internet, tenía ya reservadas mis entradas para el evento.
Como es habitual - no puedo evitarlo - comenzó mi labor de documentación. Tenía que saber más sobre el nuevo trabajo de Sergio, la banda que traería, sus discos más recientes, etc. De él sabía lo que casi todos: aquel jovencito de simpática sonrisa “profiden” que estuvo a punto de ganar Eurovisión en el año 91, con la celebérrima "Bailar pegados". Poco más. Bien es cierto que siempre he tenido un cierto respeto por este artista, aunque en cierta época de mi vida ¡¡¡ no me hubiese comprado un disco de el aunque me torturasen !!!. Pero es de estos tipos que caen bien. No es habitual de la prensa rosa - salvo una corta época en la que se divorció de una despampanante rubia, hace ya bastantes años - y tiene una voz bastante cautivadora. Por lo demás, sus canciones eran de esas de las que yo tendía a huir como de la peste, por su temática romanticona y ,sobre todo, por su lamentable instrumentación, en general.
Sin embargo, este "Via Dalma" sonaba realmente bien. Guitarras acústicas cristalinas y bien ejecutadas, guitarras eléctricas en su justa medida y sin excesivos efectos, pianos acústicos y eléctricos muy bien encajados, de sonido impecable, órganos Hammond B3 preciosos y precisos, y bajos y baterías con un sonido moderno, hasta con un cierto groove. Sorprendente. Eso sí, lo había grabado en Italia, con músicos italianos. Pero escuché su anterior disco , llamado "Trece" y resultó que el sonido era similar. Al parecer lo habia grabado en EEUU, buscando tambien un sonido distinto. Pues nada, que nunca dejará uno de sorprenderse. Ahí me teníais...escuchando lo ultimo del Capdevila - es que se llama así en realidad - y sin pestañear.
Y llegó la noche del concierto. Iba con ganas, pero con mis reservas, claro. Una cosa son los discos, y otra muy distinta los directos. A ver si me encontraba de repente en medio de una horterada de órdago, con maduritas gritando y quitándose los sujetadores - con dificultad - y con luces de colores (lo pasaré bien!!!) - y sonido de pachanga de pueblo. Estaba casi seguro de que no. Un amigo me comentó que el bajista de la banda de Sergio era José Vera. En Spotify pude escuchar su último disco "Butterfly" y pensé: "un tío que toca así y graba estas cosas, no estará metido en algo que no tenga una mínima calidad, ¿no?".
Así pues, allí estaba yo, en la fila 20 del auditorio - un poco lejos para mi gusto, pero es que últimamente Dalma esta teniendo un renovado éxito, y el auditorio estaba lleno hasta la bandera - deseando que se abriese el telón, para ver que me encontraba.
Y lo que encontré me gusto desde el primer momento: un escenario sobrio, con una decoración muy "Cinema Paradiso", con cintas de película por el suelo, focos típicos de plató cinematográfico, y una musiquilla italiana sonando. Aparecen los músicos, se saludan como si no se hubiesen visto ya en los camerinos, escenificando un poco con esos exagerados gestos típicamente italianos - "¿capicci?..¿ma que cosa?" - y empieza a sonar el bajo con esas caracteristicas notas del "Stand by me", pero en versión italiana, es decir: "Pregheró" de Adriano Celentano. Ahí me di cuenta de cuánto iba a disfrutar de la noche.
Enlazando con ese clásico, otro que no se queda a la zaga: "Soy italiano" de Toto Cotugno. El público entregado ya desde el primer minuto, mientras Sergio, con esa voz ronca y bien afinada, iba repasando los temas de su "Via Dalma". "Yo caminare" – mi favorito, por cuestiones sentimentales - , "Bella sin alma", "El jardín prohibido", "Corazón gitano", "De amor ya no se muere", "Tu", "Mi libre canción", todas versionadas de forma impecable, introduciendo elementos más actuales, y liberándolas justo de esos añadidos que hacen - con todos mis respetos - mas melosas de la cuenta a las originales -. Mucha "culpa" de ese resultado la tuvieron los músicos del escenario: El teclista – y director musical del tinglado - Miguel Ángel Collado y el guitarrista Jorge D´amico, ponian el buen gusto, la sensibilidad y las variaciones armónicas, y el bajista José Vera y el batería Cristian Constantini aportaban la solvencia y la precisión. Claro está que así, a poco que un cantante lo haga bien...triunfa. Y Dalma canta bien, muy bien. Como comunicador no es una maravilla, aunque se esfuerza - cuando hablaba con el público, no parecía improvisar mucho, sino seguir un guion un poco forzado - pero como cantante es de los buenos, a mi entender.
Tras una primera parte de más de una hora repasando prácticamente todo el disco "Vía Dalma", y haciendo amago de marcharse - aunque todos sabíamos que no iban a hacerlo - dio comienzo una segunda parte donde sonaron algunos de los viejos éxitos de la ya abultada carrera de Sergio, así como algún tema de su último disco de temas originales, llamado "Trece", como "Mientras tanto" y "Alas rotas". Posiblemente olvido alguno.
Era normal que sonase el "Bailar pegados" y me gustó mucho la forma de abordarlo, a dúo con el pianista, que supo jugar con la armonía del tema, haciendo que en ocasiones sonase más novedoso, pero sin perder la identidad del que es el tema bandera de la carrera de este artista.
En esta segunda parte reconozco que disfrute un poco menos, debido sobre todo que no conocía su repertorio, aunque temas como "Galilea", de su primer disco, sí que me resultaron bien conocidos.
Tal y como prometió la megafonía del teatro, aproximadamente una hora y cuarenta minutos más tarde los músicos abandonaban el escenario, de forma bastante abrupta, todo hay que decirlo, y las luces del Auditorio de Roquetas se encendieron de inmediato. Quizás ese final precipitado – no volvieron al centro de escenario a saludar, no hubo presentación de los músicos, etc – me dejó un poco frio a la salida.
No quería dejar de comentar algo que me molesta enormemente en casi todos los conciertos en auditorios a los que acudo, y que nada tiene que ver con los músicos (o al menos directamente). Me refiero al empeño en prohibir la realización de fotos o videos durante los conciertos. No se me entienda mal, no estoy en contra de que se prohíba, pero creo – o más bien exijo – que los responsables deberían buscar una forma de controlar el cumplimiento de esa prohibición que pase por no resultar una constante molestia para todos, sobre todo para el resto del público de la fila en la que el infractor de turno, móvil en ristre, se empeña en inmortalizar el concierto. Ahí tenemos siempre a la azafata de turno intentando por todos los medios hacerle llegar el mensaje al "supuesto delincuente", y que normalmente lo que consigue es sacar de sus casillas al resto de público que, sin estar cometiendo ninguna ilegalidad, están siendo molestados y distraídos constantemente durante el concierto. Ayer no fue una excepción. Reconozco que cada vez me molesta mas, y cualquier día voy a reaccionar muy mal ante el personal de un auditorio o teatro que me molesta y me impide ver tranquilo ese espectáculo. Tienen que plantearse otros métodos que no pasen por molestar a todo el mundo, para amonestar a unos pocos. Por no hablar de que realmente no se si existe algún impedimento legal - pero de verdad, con algún Real Decreto que haya sido publicado en el B.O.E. - para que alguien en el uso de su libertad individual estando en un lugar publico, en el que ademas ha pagado por estar, pueda sacar una foto. Otra cuestión es que el manager o responsable de turno quiera hacer esas exigencias, y las transforme en pseudo-leyes, y todos las acatemos sin rechistar. No hablaré de eso, no.
De paso, a los que se empeñan en hacer fotos también les diría que no sean tan inocentes, que las fotos suelen son casi iguales tanto en la primera canción como en el ultimo bis. Que se esperen justo al final del concierto, momento en que, milagrosamente, ya a nadie de los responsables parece importarle que se hagan fotos, que también tiene narices la cosa.
Bueno, en algún sitio tenía que soltar esta parrafada, y le ha tocado al concierto de Dalma. No querría acabar así, que parece que saliese cabreado de un buen concierto. Al contrario. Feliz nuevamente de disfrutar de buena música, que a veces nos llega de donde uno menos espera. Por cierto, creo que dentro de poco vienen “Pecos” a tocar a Almería. ¡¡¡No, no!!!, todo tiene un límite. Ese…que lo comente otro.
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