Nunca se sabe cuando va uno a sorprenderse y disfrutar con esto de la música. Hace mas de dos meses me enteré de que Al Di Meola venia a mi ciudad - Almería - como parte de nuestro festival de guitarra "Julian Arcas" y reconozco que, en principio, no despertó en mi una gran emoción.
Di Meola es uno de esos guitarristas que siempre han estado ahí pero que nunca llamó tanto mi atención como para comprarme un disco suyo. Aunque reconozco que si que he sido un gran fan de la etapa eléctrica del "Return to Forever" de Chick Corea, a mediados de los 70, formación de la que fue miembro este guitarrista, y en la que tuvo un gran protagonismo.
Pero lo cierto es que normalmente tiendo a huir de los músicos virtuosos, y para que me aficione a alguno de ellos tienen que demostrarme que bajo esa coraza de las escalas vertiginosas existe algo mas que decir. En ese sentido, hay músicos como Oscar Peterson o mas recientemente Michel Camilo o Hiromi Uehara que han demostrado que es posible combinar virtuosismo con sensibilidad y creatividad, pero hasta la fecha Al Di Meola no me lo había demostrado.
No ayudaban mucho los recuerdos de aquellos conciertos con John McLauglin y Paco de Lucia, en los que el trio de super-guitarristas hacían verdaderos juegos malabares que dejaban con la boca abierta a propios y extraños. Y no es que no me gustasen esos 3 músicos, pero aquello a veces parecia mas una serie de ejercicios de virtuosismo, elevados a la máxima potencia, que música. Bien estuvo si en su momento sirvió para que mucha gente se aficionase al jazz (Paco de Lucia, incluido), al flamenco y a la buena música en general, pero particularmente a mi no me entusiasmó demasiado. De hecho, hace poco tuve el placer de ver un magnífico documental sobre Paco De Lucia, donde el genial guitarrista contaba de viva voz las enormes dificultades que tuvo al principio para seguir las "desenfrenadas carreras" de sus compañeros de escenario, máxime cuando él mismo reconoce que en ese momento no conocía los secretos de la improvisación jazzistica, e intentaba seguirlos acorde a acorde, haciendo que se volviese literalmente majareta intentando hacer un solo coherente a base de ir buscando las notas que entraban en cada acorde, cuando los cambios entre estos tardaban milésimas de segundo.
La cuestión es que acudía yo al Auditorio Maestro Padilla un poco receloso, pensando si no iba a encontrarme con otra demostración mas del tipo "mirad cuantas notas puedo dar en un segundo, señores!!!!". Me coloqué en mi privilegiado asiento de la fila 1 - que conseguí gracias a la preocupación y generosidad de algunos estupendos amigos - ellos saben quienes son - y comenzó el concierto.
Lo primero que me sorprendió es el buen envejecer que ha tenido el señor Di Meola. A sus 56 años sigue teniendo prácticamente el mismo aspecto que lucía en los 70 (excepto por las gafas, algo en lo que creo que todos los cegatos del mundo hemos mejorado desde esa época de infames diseños en lo que a gafas se refiere).
Bromas aparte, cuando la música comenzó a sonar empecé a darme cuenta de que, en este caso, los años y, por tanto, la experiencia, habían efectuado cierto cambio en este guitarrista. Su fraseo sigue siendo reconocible, su forma de tocar y su sonido, pero ahora toca mucho mas calmado, mas melódico, sin esa necesidad de demostrar en cada compás la tremenda agilidad de sus dedos que - por otro lado - hay que reconocer que la tiene, y mucha. La música que nos estaba mostrando era, sin duda, compleja: armonías preciosistas, muy orientales, pero con tintes brasileños - que siempre le han gustado - mediterráneos y porteños, con mucho por ahí del sonido Piazzola, compositor del que se declara gran admirador. Por no hablar de las amalgamas rítmicas, predominando los 6 por 8 - esta observación me la hizo mi amigo "el vecino", que entiende mas de ritmos que yo - y con unas complejas y endiabladas - por difíciles que no por rápidas - melodías. Pero muy poco de demostración virtuosa por su parte, dejando esas cuestiones solamente para, en ocasiones, acabar los temas de un modo efectista y contundente. Es decir, como el buen vino, Al Di Meola ha ganado con la edad, y ha ido desechando lo superfluo - la velocidad - quedandose con lo importante - la expresividad, evolución con la que hemos ganado todos.
Por supuesto hay que nombrar a sus compañeros de aventura actuales, que estuvieron a la altura de las circunstancias, y no era para menos porque no es fácil formar parte de la banda de uno de los "totems" de la guitarra mundial. Tengo que empezar por el fabuloso acordeonista - Fausto Beccalossi - que logró que se me olvidase que la formación no llevaba pianista - algo que suele decepcionarme siempre al comienzo de cada concierto - a los 10 segundos de comenzar. Las complejas melodías eran construidas siempre con el acordeón como co-protagonista, aunque a veces se convertía en foco principal de nuestra atención. La forma en que este hombre dominaba ese - para mi - complejo instrumento, y el partido que lograba sacarle creo que nos dejo a todos - por las conversaciones posteriores que he mantenido con amigos asistentes - totalmente boquiabiertos. En ocasiones daba la sensación de estar manejando un sintetizador, por como lograba jugar con toda la variedad de sonidos y efectos que conseguia.
Como complemento también, y como para dejar claro que él no iba de "figura", Meola se hacía acompañar de otro magnifico guitarrista, Peo Alfonsi, con el que empastaba tan perfectamente que en ocasiones me resultaba muy difícil distinguir de que guitarra salia cada nota. La sección rítmica también me pareció sobresaliente. Quizás haciendo un trabajo mas oscuro - suele pasar - el contrabajista cubano Victor Miranda estuvo muy solido, dejando el protagonismo al batería y el percusionista. Por mi situación en el auditorio - algo esquinada - tuve la posibilidad de observar con todo detalle a estos 2 últimos. El batería - Peter Kaszas -me pareció excelente para su juventud, y el veterano Gumbi Ortiz, un neoyorkino con aspecto cubano, nos hizo disfrutar a todos con su simpatía y su dominio rítmico. Y , lo mas importante, entre ambos existía mucha complicidad, algo básico para que la música camine.
Del repertorio interpretado tengo que reconocer que no puedo contar demasiado por 2 razones: En primer lugar por mi desconocimiento - voy a remediarlo pronto - de la discografía reciente de Meola y en segundo lugar por la parquedad en palabras por parte del maestro. Aclararé que su actitud en el escenario fue muy correcta, provocándonos incluso, en ocasiones, alguna sonrisa, como en el momento en que, simulando una discusión con el percusionista sobre la intensidad de las luces en el escenario (este quería menos luz, para pasar menos calor, y el guitarrista quería mas para poder leer las partituras) y que se zanjó con la colocación sobre la cabeza de Ortiz de la toalla de Al le facilitó, para que así pudiese secarse el sudor, dejando claro que lo importante era poder leer lo que había que tocar.
La cuestión es que, aunque si que hizo algunos comentarios sobre los temas que interpretaba, creo solo dio los títulos de unos pocos. O al menos, son los que yo pillé al vuelo. Por ejemplo, el llamado "Misterio", y que luego he visto que forma parte de su disco "The grande passion - World Sinfonía" - mas de uno de los temas interpretados creo que vienen de ese disco - o un tema compuesto por Gumbo Ortiz llamado algo así como "Cumbasero" (perdonadme si me equivoco en algo, pero no suelo llevarme bloc de notas a los conciertos, y después a veces me cuesta recordarlo todo).
Tras mas de 2 horas de magnífica música, con un auditorio abarrotado y entregado - y con razón - con esta magnífica demostración de "saber hacer" musical, la banda abandonó el escenario para volver inmediatamente, primero en duo (guitarra-acordeón) y mas tarde al completo, y terminar con un clásico de Paco de Lucia: "Rio Ancho". Como el propio Al Di Meola dijo durante el concierto - sinceramente agradecido a la audiencia - estamos "in the land of the guitar". Y de hecho, demostrando su amor a la guitarra española, esté fue el único instrumento que usó durante todo el concierto, y aunque en ocasiones hacia uso de su pedalera para sacar sonidos sintetizados, la base de su sonido estuvo en las cuerdas limpias de su preciosa "spanish guitar".
Y así, con la melodía flamenca del "Rio ancho" del maestro De Lucia sonando aún en nuestros oídos salimos todos - los casi mil asistentes, calculo yo a "ojo de buen cubero" - con esa sonrisa "de oreja a oreja" que se le queda a uno cuando acaba de presenciar un gran concierto, disfrutando de la charla post-concierto habitual en los exteriores del auditorio, y en este caso con la especial alegría para mi de compartirla con mi queridisimo amigo Paco Clares que, tras una larga enfermedad de la que felizmente se esta recuperando, volvió a disfrutar de una noche de música en directo, y además con uno de sus guitarristas mas admirados. Nada mas que por eso me hubiese merecido la pena la noche. ¡¡¡ Y pensar que estuve a punto de perdermelo !!!
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