Javier Ruibal, jueves 13-01-2011, Asociación Clasijazz (Almería)
Ya está, ya me ha vuelto a pasar, y nunca se con certeza cuándo va a ocurrir, aunque a veces lo pueda intuir. Me he vuelto a emocionar con un concierto. Javier Ruibal me dejó anoche prácticamente clavado a mi asiento, allí en Clasijazz. Creo que fueron casi dos horas de concierto que realmente me parecieron diez escasos minutos.
Pero empezaré por el principio. Como decía antes, en este caso me iban llegando pistas con antelación. Pistas que me hacían pensar que un recital de este cantautor gaditano no me iba a dejar indiferente.
Una de las principales, algo a lo que yo doy mucha importancia, son los músicos de los que se rodea. En el único disco suyo que yo había escuchado, uno grabado en directo y llamado "Lo que me dice tu boca", lo acompaña gente tan mítica - para los aficionados, claro - como los guitarristas John Parsons (al que yo recuerdo de los tiempos del Rock´n´Rios) o Tito Alcedo, que es otro referente para la guitarra del jazz en nuestro país. También sabía que los grandes Chano Dominguez y Jorge Pardo habían intervenido en discos suyos. Hace poco, además, mi amigo y fabuloso pianista Iñaki Salvador me contaba el enorme placer que suponía para el compartir escenario con este gaditano, haciendo algunos conciertos a dúo. Y, por último y como opinión más cercana y no por ello menos importante, mi buen amigo Antonio Gómez, que lleva ya un par de años colaborando con Javier en sus directos, me cantaba las excelencias de este artista. Se trata de una de esas mágicas cadenas musicales en las que si músicos como Antonio Gómez dicen que para él es un privilegio tocar con Ruibal, y resulta que para mí es privilegio mayor tocar la música de Antonio Gómez, inevitablemente el eslabón más débil de la cadena, que soy yo, tiene que quedarse obnubilado con el más fuerte, que en este caso es Javier Ruibal.
Creo que vuelvo a extenderme demasiado, pero no voy a quitar ni una coma, que para eso estoy en mi blog.
Bueno, a lo que iba. La cuestión es que con estos antecedentes, y además sabiendo que ya el pasado año había estado por estos lares y por circunstancias que ahora no recuerdo - posiblemente yo tocaba en otro lado - no pude asistir, en esta ocasión me propuse no perdérmelo bajo ningún concepto. De los dos días de actuación previstos decidí comprar entradas para la del jueves suponiendo que, teniendo en cuenta la cuesta de enero agravada por esta pertinaz crisis que nos rodea, el local estaría más despejado que en la del viernes. Afortunadamente para la música y para el club Clasijazz- que vive momentos muy altos en lo musical, pero bajos en lo económico - , creo que me equivoqué, porque daba gusto ver anoche ese local. De hecho una de las primeras cosas que dijo Javier al subirse al escenario y mirar de frente al público fue comentar que lo que se veía desde allí "si que era un verdadero espectáculo".
Cuando se trata de conciertos que me interesan mucho tengo la enfermiza costumbre, y los que me conocen lo saben bien y la que mejor, por sufrirlo siempre, mi mujer - de intentar llegar con mucha anticipación al lugar del concierto. Gracias a esa puñetera manía anoche estábamos sentados en una de las mesas más cercanas al escenario de Clasijazz, por lo que disfruté "hasta la última nota" de lo que allí se contó y se cantó.
Y en primer lugar apareció Ruibal, solo con su guitarra, y comenzó con una maravilla llamada "Para llevarte a vivir". Pura poesía, con un bellísimo acompañamiento de guitarra española y un agradable fondo armónico de guitarra sintetizada. Comenzar con una canción así , con la voz cálida pero a la vez enérgica de Javier diciendo cosas como "tengo el mapa del tesoro...tengo el palacio del moro...para llevarte a vivir", ya nos dejó a todos petrificados, y logró crear un silencio y un clima de relajación total en un local abarrotado desde la primera canción. La magia de la música consigue estos momentos, y a mí me alegra haber vivido ya unos cuantos.
Pensé que iba a ser difícil superar ese primer momento, pero me volví a errar. Tras esa presentación intimista, llamó "a la palestra" al amigo Antonio Gómez, que se sentó a su derecha - bueno, a la izquierda visto desde el público - y comenzó a poner su arte guitarristico al servicio de la causa "ruibalera".
Durante un par de temas nos deleitaron a dúo, hasta que se completó el trio, con Javier Ruibal hijo, en la batería y percusión. Curiosa formación, pensarán algunos, con dos guitarras y una batería. ¿Y dónde está el bajista?. Pues no, no había bajista. Y tengo que reconocer que, salvo en ocasiones en las que el ímpetu de Ruibal Jr. a los tambores tapaba un poco a las guitarras, en general no se echaba de menos a un instrumento que normalmente se considera indispensable en cualquier formación.
Poco a poco Ruibal nos fue ofreciendo un repertorio de canciones a cual más bella e interesante. Su estilo no es fácil de definir. No es un cantautor "al uso". Abundan en sus armonías
muchos ecos de su Cádiz natal, de chirigotas, de habaneras y también mucho de oriental con reminiscencias árabes . Buen ejemplo de esto último es el precioso tema "Si no me besas". Incluso, ya casi al final de concierto, algún tema me recordaba mucho el estilo de los grandes grupos del rock andaluz, como Triana o Alameda.
Me sorprendió gratamente su dominio con la guitarra - uno piensa siempre que los cantautores saben los acordes justitos para acompañar sus letras - tanto armónico como rítmico. Pero eso sí, para los adornos y los solos estaba a su lado el maestro Antonio Gómez, que en más de una ocasión nos dejó sin aliento. Sé que es difícil de imaginar, pero os puedo asegurar que algunos fragmentos de sus solos al final de concierto, cuando soltó la guitarra española y agarró su eléctrica con distorsión, podrían encajar perfectamente en cualquier tema de Iron Maiden. Sin embargo ahí estaban, en medio de las poéticas tonadas de Javier Ruibal. La música siempre es sorprendente, sobre todo cuando se hace bien y con cariño. Tampoco querría olvidar la excelente labor rítmica de Javi Ruibal hijo, que demostró ser un magnífico batería, y al que espero ver pronto por Almería con su formación propia.
La lista de temas que interpretaron fue larga - como todos los grandes músicos, Ruibal no parecía tener prisa y disfrutaba con cada tema - pero no sé si conseguí retenerlos todos. Sin temor a equivocarme, creo que sonaron canciones como "Ave del paraíso" - coreada por gran parte del público, por cierto - , "Habana mía", "A favor de tu piel", "Agualuna", "La bella impaciente", "La gloria de Manhattan", "Pensión Triana", "Guadalquivir", "Besos en abril", "Pa mi corazón", tema este último que me recordaba mucho al Carlos Santana de los 70.
No se me puede olvidar tampoco mencionar la faceta como comunicador de Ruibal, y su simpatía con el público. Sin abusar de ello, con cuatro palabras previas a cada canción, se mete al personal en el bolsillo con una facilidad pasmosa. Tampoco se trata del típico "como soy de Cadiz, tengo que ser gracioso". No es eso. Simplemente da la sensación de ser alguien ocurrente - a sus canciones me remito - y de estar a gusto con lo que hace. Y eso se transmite desde el escenario en cuanto un músico en esas condiciones se sube a él. Y como demostración de su gracia gaditana nos interpretó como uno de sus bises el simpático y particular himno que ha compuesto para su Cádiz Club de Futbol. Como él mismo dijo, posiblemente no será escogido como himno oficial, entre otras cosas porque sería muy difícil de aprender y cantar en un estadio. Al futbolero medio no se le puede pedir que se aprenda algo poco mas complejo que un "oeee oeee oeee oeee", y la letra de Ruibal sería una verdadera complicación. Ahora bien, para disfrutar con esa letra cantada por Ruibal, es inmejorable. Un tema que empieza con "Se cuenta que ya en tiempos de Tiberio...en Gades huboun equipo puntero...que todos los domingos del imperio...juntaba en el estadio a los romanos futboleros" , o un estribillo como "y vivan los colores de mi club...en donde Mágico es un dios y el fondo sur...la aristocracia" es claramente un divertimento musical asegurado.
Y así, con poesía, buena música y unas pizcas de buen humor, llegó el final del concierto, casi sin sentirlo. Nada más terminar miré a mi amigo el guitarrista Jesus Masero, con quien tuve el placer reencontrarme y de compartir mesa anoche, y casi no tuvimos que decir nada para entender que a ambos nos había encantado lo que allí había sucedido.
Y, por cierto, para completar el goce, el primer concierto del año...!!!sin humo¡¡¡. Lo siento por los fumadores, pero yo estaba en el paraíso.
2 comentarios:
Genial!!
Qué buena crónica. La leo con una envidia, sana, por no haber estado en ese concierto.
Ruibal es un grande, y con crónica como ésta sólo se reafirma más y más día día, concierto a concierto.
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