D3 (Jorge Pardo, Francis Pose y Jose Vazquez "Roper"), La Guajira (Almería), 29 de agosto 2013
La vida es un ratico, como decía el colombiano Juanes. Más
bien yo diría que la vida se compone de muchos de esos “buenos raticos” o, como
diría el maestro Paco de Lucia, de “cositas buenas”. Esos pequeños momentos que
nos hacen pensar que merece la pena estar en este mundo, y olvidar un poco lo
que cada Telediario nos muestra, y siempre de forma mas escalofriante que el día anterior.

Ya empecé el verano estupendamente tocando allí con la banda
de Antonio Gómez, y nada menos que con Joan Masana y Lito Vergara en la sección
rítmica, y después he asistido a un par de conciertos fantásticos en esa mágica
terraza frente al Alcazaba: Hispanistán, de unos granainos que mezclan el jazz
con los ritmos bálticos como solo 4 magníficos músico podrían hacer, y Diego
Cruz, Paco Rivas y Jose Guereñu “Gere”, de los que podría estar hablando hasta
pasado mañana, y me quedaría corto.
Pero cuando ya pensaba que el verano musical “daba de mano”,
anoche se alinearon algunos planetas y despedimos agosto a lo grande: El
maestro Jorge Pardo, con su formación ya veterana “D3” recalaban por La Guajira
y, está claro, no podía perdérmelo.
Todos los que conocemos a Jorge sabemos que es alguien que
disfruta de la vida con la música, o de la música con la vida. En definitiva,
para él posiblemente no haya mucha diferencia entre vivir o tocar música. Y eso
se nota. Alguien que se mueve por todo el mundo con soltura, que lo mismo toca con
Paco de Lucia que con Chick Corea, que hace escasamente un mes presentaba su
proyecto “Huellas XL” en el escenario de lujo de la plaza de la Trinidad del
Festival de Jazz de Donosti, en fin, alguien con un bagaje en lo musical
sencillamente impresionante, pero que disfruta igual de esos grandes escenarios
como de los más modestos – no por ello menos importantes – y le pone la misma simpatía
y las mismas ganas siempre. Lo he visto ya tocar muchas veces, y en algunas con
el privilegio de acompañarlo con mis torpes acordes, y jamás le he visto una
mala cara, siempre con optimismo y ganas de tocar, de charlar, en definitiva…de
disfrutar. No hace mucho me decía un contrabajista que toca habitualmente con él:
“Tocar con Jorge es, sencillamente, un regalo”.
Pues ese Jorge, como era de esperar, es el que disfrutamos
anoche. Y para colmo, magníficamente acompañado. En la batería, Jose Vazquez “Roper”,
un veterano de la vieja guardia, de esos que recuerdo tocando en el “Georgia Jazz
Club” cuando uno se iniciaba en esto del jazz. Anoche, desde que empuñó sus baquetas, no cesó de dar lecciones de batería. Y en el contrabajo un inmenso
Francis Posé. Con el permiso de maestro Pardo, para mi gusto ayer fue la noche
de Francis. Estuvo ahí arriba todo el tiempo, con un pulso impecable, con unos
solos intensísimos, flamencos, acertados, con mucha pasión, y con mucha afinación. Hasta en labores
percusivas, golpeando su contrabajo, y haciéndole la sana competencia a Roper, y
logrando momentos brillantísimos ambos.
Jorge intercaló, como es habitual, su flauta travesera con
los saxos tenor y alto, si no me equivoco (que yo de saxos…lo justito), y estuvo
más flamenco que jazzístico, supongo que porque en el entorno es lo que “le pedía
el cuerpo”.
En definitiva, tres monstruos cada uno en su instrumento,
que durante una hora y media larga – que a mí me pareció media hora corta – nos
deleitaron con toneladas de arte en estado puro.
Incluso hubo tiempo y lugar para algún invitado – muchos músicos
por allí, como era de esperar – sorprendiéndome sobremanera un guitarrista
mexicano llamado Camilo – que me perdone, pero no recuerdo el apellido, o Jorge
no lo dijo – que realmente no sé donde aprendió a tocar la guitarra flamenca de
esa forma. Está claro que el arte no tiene fronteras. También Antonio Ximenez, trompetista, me dejó gratamente sorprendido. Ya tuve ocasión de
verlo hace unas semanas en el concierto de Diego Cruz, pero anoche estuvo aún más
inspirado, si cabe. Afincado ahora por Almería, me comentó que está con ganas de tocar,
y de hecho el próximo viernes ya se estrena con una formación allí mismo, en La
Guajira (espero no perdermelos). Y, estando Jorge Pardo de por medio, hay que echarle valor para
empuñar una flauta y mas la del propio maestro, y Pedro Caro lo tuvo,
completando este trío de invitados, y ofreciendo la parte más flamenca del
concierto entre los tres, apoyados por la sección rítmica de lujo “Posé-Roper”.
Y para completar la noche, también la compañía fue
excelente, compartiendo mesa con mi amiga Patty Dorrego, su amiga Carmen y
Julio, un cántabro afincado en Almería y seguidor de Jorge desde hace mas de 30 años, cuando lo vio por primera vez en su Santander natal. Con ellos compartí música, mesa,
cervecitas – sin alcohol, en mi caso – y agradable charla post-concierto. Muchas
caras conocidas por allí, como el percusionista Juanjo Simon, el siempre joven y optimista Pepe Ibarra, o mi gran amigo
Chipo Martínez, con quien siempre es un lujo y un placer “echar un rato” de
buena conversación. El colmo de La Guajira es que, en ocasiones, hasta las
cervezas te las pone un músico fantástico llamado Bori Albero, aunque
lógicamente yo prefiero verlo en el escenario.
Lástima que mi mujer, Carmen, que se encuentra de viaje, se
lo perdió. Suele compartir siempre conmigo siempre estos inolvidables ratos musicales,
y me da mucha rabia cuando se pierde uno de los realmente especiales.
Ya pasaba el reloj de las una de la madrugada cuando bajaba
las escaleras que conectan la terraza de la “Guajira” con su planta baja, y eché
un último vistazo a ese entorno, y no pude dejar de pensar que estaba ya deseando volver y seguir completando esa colección personal de “buenos ratos”, esos que de verdad merecen
la pena. Ya os contaré el siguiente.